Suscribete

 
1900 7 Agosto 2015

 

 

Anna Seghers
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Hace unos días, en la ciudad de México, caminé por Coyoacán. Casualmente me detuve en la vieja casona que habitó, hace muchas décadas, una de las más grandes novelistas de todos los tiempos.

Su nombre le dirá poco al lector: Anna Seghers. Era alemana, escribió un par de novelas, militó en el partido comunista y se hizo célebre, al menos en su país, desde que la entrevistó en televisión el famoso crítico literario Marcel Reich Ranicki. 

Recuerdo la entrevista, subtitulada, que retrasmitió hace años la televisión española. Seghers era ya una anciana simpática y amable pero en ningún momento se refirió con afecto de México. Los mexicanos la tratamos mal.

Llegó como refugiada a nuestro país huyendo de Hitler y una tarde fue atropellada por un carro en Coyoacán. O fue arrojada desde un coche en marcha. Nadie sabe qué sucedió en realidad, pero quedó moribunda.  

A la larga logró recuperar la salud, pero calló de por vida las causas de este incidente personal. ¿Por qué? Es un enigma, como también lo es que sus obras se empolvan en el rincón más oculto de las librerías de viejo, en Donceles, pese a que sus páginas rezuman emociones como el miedo, los instintos básicos, el llamado a la sangre y la violencia tribal, casos que conocemos ahora muy bien los mexicanos del siglo XXI.

Reich Ranicki dedicó más de una hora en interrogar a Seghers. Quería conocer las peripecias de su huida de Alemania, perseguida por Hitler, hasta recalar en la ciudad de México. Le preguntó las razones de su silencio tras ser atropellada o arrojada de un carro en marcha. Le preguntó por sus novelas quemadas por la Gestapo y por las privaciones que padeció en nuestro país. Anna Seghers apenas susurró frases ininteligibles.

Finalmente, el crítico le preguntó por La Séptima Cruz, la novela perfecta que escribió en la ciudad de México, en alemán, su idioma nativo, aunque la novelista dominaba bien el español. Fue entonces cuando a la mujer se le soltó la lengua y se desvivió por explicar, interpretar y desmenuzar las tripas de su obra maestra.

Le explicó a Ranicki cómo su personaje principal, Georg Heisler, había podido sobrevivir tras escapar del campo de concentración de Westhofen. Se emocionó detallando el trasfondo filosófico de su novela, de los militares nazis, en especial del villano de su narración, un militar despreciable que era la línea de mando superior en el campo de prisioneros.

El rostro sudoroso de Anna Seghers delataba sus esfuerzos mentales para hacerse comprender ante el auditorio. Pero el crítico literario Marcel Reich Ranicki, que psicoanalizaba semana a semana a sus entrevistados, sin que éstos se dieran cuenta, percibió que aquella anciana modesta y simpática no había comprendido nada de su propia novela, y concluyó que “la mayoría de los escritores no entienden de literatura más de lo que las aves entienden de ornitología”.

Pero los grandes novelistas (que lo son aunque no lo sepan) merecen el respeto de los demás mortales, así que al final de la entrevista, Marcel Reich Ranicki se inclinó tiernamente y besó la mano de la anciana, con el respeto que se merecen los genios incuestionables.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com