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1930 18 Septiembre 2015

 

 

MUROS Y PUENTES
Apuntes sobre Amor de ciudad
Raúl Caballero García

 

Dallas.- Amor de ciudad es un disco con una singularidad plural –una distinción múltiple– tanto en su contenido musical como interpretativo, en él se funden cantos y ritmos para fusionar ideas, creatividad y buena música.

Desde su preámbulo –ese fragmento de Crónicas perdidas, de Gerson Gómez– el escucha es vuelto cómplice del contexto citadino: la urbe propiciatoria se anuncia. Su acontecer y circunstancias se despliegan desde una versatilidad grata y armoniosa, sucesión de sonidos, estelas de un lenguaje de asfalto en tierra firme: sus ritmos: expresiones y escarceos amorosos.

El disco es una afortunada combinación de artistas: una alternancia de voces –las de Jaime Arreola y Raquel Esquivel– y la aptitud –la excelencia– de los músicos; y un par de paréntesis en los que se escuchan versos y poemas. Es una reunión que honra a la ciudad y a la vez retrata y relata la sensibilidad urbana.

El rock inicial enseguida cede el espacio a las variaciones de jazz y blues, donde cabe un smooth jazz muy, muy latino –acaso debo decir muy regiomontano–, e incluso brillantes momentos de bossa nova y algunos otros inspirados, como esos en “Sólo tu boca”, en los que de pronto aparece una sabrosa espiral de ritmo tropical en plena tierra adentro.

Se mantiene una congruencia urbana en la creatividad de las letras, sutiles elementos de ingenio o agudeza, de poesía y erotismo que la claridad vocal –igual la de Arreola que la de Esquivel– plasma lo mismo en los estadios más soleados que en los más obscuros.

Escuchamos poemas musicalizados, rolas en cuyas entrañas palpita lo literario, canciones de un roquero y una blusera que, camaradas, se acoplan en los vaivenes del disco para cantarle a la ciudad y sus nocturnales páramos.

Canciones con muy buenas letras, debo insistir, cuyas historias brotan con líneas (venas) poéticas. En esencia arte. Piezas que emergen de la poesía para encarnar en esa fusión musical señalada al principio.

En Amor de ciudad, sus intérpretes –con Turnera Diffusa– ofrecen un estilo a caballo entre el rock urbano y el blues; ambas corrientes acogen vertientes de música tradicional afín a la urbe –emanan ciertas reminiscencias de Rockdrigo González y sin duda algunos aspectos de Jaime López–; pero antes de caer en comparaciones prefiero apuntar que la sucesión de piezas enlazan una coherencia en la fusión de ritmos y, en lo que respecta a las letras, la cohesión se da entre lo divertido, lo sensual y algunos rincones obscuros que nomás brillan en la noche.

Un único reclamo: “En el lupanar”, pese a su calidad interpretativa, representa una arista que sobresale porque pertenece a otro ámbito, a otro disco, dado que su moralina no encaja con el espíritu de este material, que mantiene una manera de ser libre.

Amor de ciudad esboza por momentos una crítica social sostenida a través de su exposición, ofrece una postura al señalar lo criticable pero sin juzgar; le basta con describir las emociones o las situaciones urbanas para dejar constancia de su posición independiente y de libertad; es decir, lo que ocurre en la ciudad, en lo cotidiano desde la perspectiva de estos protagonistas, sus hacedores, quienes exponen la vida y sus crónicas variadas en una realidad compartida que demuestran puede ser gozosa.

* Escritor y periodista regiomontano, es director editorial de La Estrella en Casa y La Estrella Digital en Dallas/Fort Worth Texas. Para comentarios: Twitter: @laestrelladfw o E-Mail: rcaballero@diariolaestrella.com.

 

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