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1930 18 Septiembre 2015

 

 

El adversario que llevamos dentro
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- En una mesa del negocio me senté a platicar con un músico cubano. Estudiamos qué espectáculo montar para el 15 de septiembre. Me abrió el abanico de opciones: un par de canciones rancheras, tocadas a ritmo de salsa, el vestuario de sus músicos con sombrero ranchero y la trompeta alargando la nota propia del mariachi.

En el mismo instante en que aprobaba la idea, una madre de familia, de clase media, en su casa, a un par de kilómetros de la mesa del negocio, asesinaba a sus pequeños hijos a cuchilladas.

¿Una familia disfuncional? ¿Pero hay familias funcionales? Ninguna funciona bien. Aunque en este caso, una pareja regiomontana –él enfermo de alcoholismo, ella dominada por sus demonios interiores– rebasaba las fronteras de lo ominoso que por lo general yace controlado, y soltaba los instintos que la civilización suele amarrar como camisa de fuerza. Freud decía que toda familia guarda un secreto siniestro, destinado a permanecer oculto y lo denominó con una palabra imposible de traducir al español: unheimlich. Cuando ese secreto siniestro aflora por diversos motivos, se desatan los perros sedientos de horror.

Me despedí del músico cubano y me fui a casa. En esos diez minutos en que conducía mi carro, a escasos metros de ahí, unos niños se desangraban, heridos de muerte, y la madre homicida se acostaba inconsciente, recién cruzado el umbral del universo paralelo. Cuando el secreto siniestro invade lo cotidiano con su danza macabra, nada vuelve a ser igual. San Agustín escribió sobre la única imposibilidad de Dios: cambiar los hechos pasados o retornar como si nada a la normalidad después de una tragedia bestial.

Fue casualidad: antes de dormir, leí un par de capítulos de El adversario, la novela desconcertante del escritor francés Emmanuel Carrère. Mi cuerpo se cimbró de pies a cabeza. Descubrí el mecanismo de una tipología criminal: el suicidio extendido. A veces, quien decide matarse, arrastra en su vorágine de angustia a sus seres cercanos, como salvándolos de la maldita vida. Y piensa que los mata por su bien, para beneficiarlos con la gracia de la nada. El sueño perfecto del suicida: que su familia sea sepultada al mismo tiempo que él.

Me levanté con la idea del músico cubano, dándome vueltas en la mente. Un buen espectáculo para montar el 15 de septiembre. El par de canciones rancheras a ritmo de salsa. La trompeta con su nota alargada de mariachi. El secreto siniestro que uno también guarda, como todos, como cualquiera. El unheimlichpropio. Entonces abrí la computadora. Comencé a leer los periódicos locales, las columnas políticas, los primeros párrafos de las noticias más destacadas del día anterior. Así hallé la nota. Me topé con quienes fueron niños. Y con quien fue madre alguna vez. Preparé un café y me senté a tomarlo en silencio. Pensé en el adversario que nos acecha en un rincón de nuestra cabeza. ¿Y cuál es tu adversario, amigo lector?

 

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