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1932 22 Septiembre 2015

 

 

Malos indicadores
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- El gobierno mexicano no da confianza al inversionista. Y sin confianza, la innovación se enfría, la economía no crece y la pobreza social se agudiza.

Esa ecuación simple no la entienden los burócratas, que siguen con el mito del gasto público como pócima milagrosa para mejorar la economía. Acaba de publicarse el Índice de Libertad Económica 2015. Y como siempre, México queda muy mal parado en su desempeño en rubros como ingreso per cápita, atención médica, educación, protección al medio ambiente, reducción de pobreza, combate a la corrupción y bienestar en general.  

Ocupamos el lugar 59, cuando hace algunos años nos ubicamos en el 50. Nos superan en esta clasificación global Costa Rica (51), Perú (47) y Uruguay (43), y sorprendentemente Chile (7) que por varios años, a pesar de las protestas sociales, se ha situado como una de las 10 economías más sólidas del mundo. De hecho, el puntaje de libertad económica en América Latina no ha variado en años y se mantiene en un optimista 59.7. Pero México no contribuye a mejorar esta cifra en el contexto regional. ¿Por qué?

El remedio para generar riqueza no está en el incremento de las normativas regulatorias. Tampoco en la Reforma Fiscal o en el aumento del gasto del gobierno: no se puede gastar lo que no se tiene. Los países avanzan cuando los gobiernos institucionalizan entornos abiertos que fomenten la inversión privada, y la gente tenga más control sobre su vida diaria, como lo ha hecho Hong Kong desde hace 21 años. Por eso ocupa el primer lugar de la clasificación, seguido de Singapur, Nueva Zelanda, Australia, Suiza y Canadá.

¿Por qué entonces no seguimos la ruta de Hong Kong o de Singapur que le pisa los talones en el índice de Libertad Económica? Porque el crecimiento comercial de esos países lo empaña la erosión de sus derechos civiles. El problema es que en México se deterioran paulatinamente los derechos civiles al mismo tiempo que descienden los indicadores de bienestar económico. O sea, no se perciben ventajas ni en un indicador ni en otro. Ni en desarrollo social ni en progreso democrático.

Es difícil reconocerlo, pero comparando a México con países como Singapur (que hace décadas se hundía en la miseria), la conclusión se resume en un refrán: la corona que uno se labra, esa se pone.

 

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