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1944 8 Octubre 2015

 

 

Lo quiso todo y lo quiere ahora
Eloy Garza González

 

San Pedro Garza García.- Emiel, viejo corredor, organiza en su casa “la travesura más grande de mi vida”. Eddy, su único hijo, no está de acuerdo con él pero respeta su decisión. Más ahora que el viejo sufre cáncer y lo obliga a consentirle sus niñerías.

Emiel llama por celular a sus compinches del club de atletismo, uno tras otro, y les confiesa su juego absurdo con sonrisa de niño malcriado. Algunos lo secundan, otros lo mandan al carajo; los más, le llevan resignados las botellas de champán.

El viejo recibe a sus invitados como si fuera una velada de verano. Hace cumplidos atrevidos a las mujeres porque siempre fue mujeriego y sabe que tiene la gracia de levantar suspiros y hace latir con fuerza los corazones femeninos: por eso se volvió deportista.

Hay una canción de Queen que al viejo le gusta: I Want It All. La escuchan todos varias veces en un iPad. Dicen que la tarareaba cuando ganó hace meses el campeonato de veteranos de 60 metros planos. Igual que la canción, el viejo es un aventurero en las calles vacías, un joven guerrero con luz en los pies.

Juntos, brindan con champán como en los viejos tiempos, por los tenis gastados, por las camisetas sudadas, por los callejones sin salida, por la ansiedad irresistible de quererlo todo, y de quererlo ahora: it ain´t much I´m asking if you want the truth / here´s to the future for the dreams of youth.

El viejo Emiel se cuelga sus medallas de corredor, acerca a sus amigos a su sillón, sonríen a la cámara del iPhone y toman la foto del recuerdo. Algunos se limpian las lágrimas. El viejo Emiel los abraza y un poquito mareado por el alcohol, con los brazos en alto, como si llegara primero a la meta, grita que ha sido la fiesta más hermosa de su vida.

Casi al final, algunos amigos le ruegan que no lo haga. Él sonríe burlón. “Estoy viviendo por completo el momento y lo estoy dando todo”, dice la canción de Queen. Los despide en punto del amanecer y se queda a solas con su hijo. Él mismo, sin ayuda, se enfunda la camiseta, los short y los tenis.

Quizá tararea de nuevo la canción de Queen mientras se recuesta en la cama, extiende el brazo derecho y recibe sonriendo las tres inyecciones que lo matan en un par de minutos. Lo quiso todo, lo quiere todo y lo quiere ahora.

 

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