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1959 29 Octubre 2015

 

 

El genio de Mario Zaragoza
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Mario Zaragoza es uno de los mejores actores mexicanos. Sus dotes artísticas son innatas y mejoradas por su intensa experiencia frente a las cámaras.

Comenzó tarde su trayectoria cinematográfica. Por eso tiene prisa en aceptar papeles complejos, difíciles de interpretar, sobre todo en las grandes producciones de Hollywood. donde es contratado frecuentemente.

Junto con Joaquín Cosío (el célebre Cochiloco, que en sus ratos libres es también un poeta sensitivo) es uno de los villanos mexicanos más reconocidos de la industria fílmica de EUA. Su natural perversidad, su talante de malo natural, sin aspavientos ni histrionismos excesivos, le han merecido tres Arieles en México y la amistad de directores admirables como el finado Tony Scott, quien un mal día y sin venir a cuento, dejó esposa e hijos pequeños para arrojarse de un puente con todo y su gorra de beisbolista, para perderse en las aguas heladas del insondable misterio humano.

Años antes, Mario fue guía de Scott por los barrios bravos de la Ciudad de México, como Tepito o la Guerrero, donde pulula la raza sin dobleces, de piel correosa, endurecida por la vida que bien conoce Mario, durante los recesos de la filmación de uno de los thrillers más memorables de la historia del cine: “Man on Fire”.

–Tony Scott se parecía a ti, Eloy –me dijo Mario una noche en que abundaron los caballitos de tequila en el centro cultural Mandela– tanto en lo físico como en el humor extrovertido.

No supe si agradecerle el cumplido, porque Scott era mucho mayor que yo y en mis planes inmediatos no está el arrojarme de ningún puente para suicidarme. Aunque uno nunca sabe de qué humor se despertará cierta mañana infausta.

En “Man on Fire”, Mario también conoció a uno de los actores de carácter más enrevesados de Hollywood: Denzel Washington, un gigantón fornido de tez oscura, rodeado siempre por una guardia pretoriana de negros de Bronx, sus amigos de infancia, que luego contrató como guardaespaldas suyos.

Nadie puede acercarse a Denzel si no pasa antes por esas columnas humanas mal encaradas. Pero Mario le cayó tan bien a Denzel que se volvieron amigos de parrandas. Ambos son tipos duros y profesionales, entregados a lo suyo.

Algo parecido le sucedió a Mario con Mel Gibson, un tipo simpático pero atormentado por el trastorno bipolar, que suele golpear a sus mujeres de turno. Por eso es un placer contemplar la escena donde un Mario en plan de ministerial mexicano, le revienta las mejillas a Mel, a punta de cachetadas.

Ahora Mario incurre en otra faceta donde también es un verdadero maestro: el teatro. Junto con su esposa, la excepcional actriz mexicana Paty Blanco, protagonizan una obra sarcástica, irreverente, del dramaturgo Humberto Robles: “Sangre en los Tacones”. Cada miércoles, en punto de las nueve de la noche, gratuitamente para el público que asiste al centro cultural Mandela, en San Pedro, Mario, Paty y una constelación de espléndidos actores, ofrecen teatro-cabaret con llenos totales y un público entregado a un montaje de calidad excepcional.

No exagero si digo que en cada representación, los espectadores asisten a una lección magistral de duelos actorales pocas veces visto en Monterrey y en México. Vale la pena ser testigos de un actor prodigioso desplegándose en el escenario, donde deja más que claras las razones por las que Denzel Washington, Mel Gibson y el finado Tony Scott, entre otros profesionales ilustres del celuloide, lo consideran uno de los suyos.

 

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