Suscribete

 
1984 3 Diciembre 2015

 

 

De políticos y militares
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- Lo ideal es que los generales y los almirantes tengan una sólida formación política. Lamentablemente, en la vida real esto raramente se da. Recién terminé la segunda lectura de un libro que de todo corazón recomiendo a mis cuatro lectores: Guerra y Política, del analista y académico norteamericano Bernard Brodie.

Los mejores libros, recordó Orwell, son los que nos dicen las cosas que ya sabemos. Brodie nos recuerda, en todos y cada uno de los capítulos, que tanto en la guerra como en la paz, los generales y almirantes, tengan o no eficacia política, están sujetos a obedecer las órdenes del gobierno civil. La guerra, dijo con toda justeza el prusiano Clausewitz, es la prolongación de la política por otros medios.

BB nos recuerda los desacuerdos que tuvo John F. Kennedy con el Pentágono, con motivo tanto de la invasión de Bahía de Cochinos como de la crisis de los misiles. En ambas ocasiones, los mandos castrenses trataron de presionar al Presidente para que aprobara, en el primer caso, el desembarco de marines en Cuba y, en el segundo, que apretara los botones para desencadenar la Tercera Guerra Mundial.

Los mejores cerebros del establishment castrense le aseguraron a JFK que la victoria sobre el comunismo estaba al alcance de la mano a un precio relativamente aceptable. Desde luego, el irlandés los mandó a paseo. Los militares –con sus excepciones, claro está– siempre buscan resolver por la fuerza los problemas políticos.

En la primera guerra de la antigua Indochina, a principios de los años cincuenta, los franceses, que tenían a sus tropas de élite sitiadas en Dien Bien Phu, pidieron ayuda a Washington. Claro, les contestaron. De inmediato. El jefe del Estado Mayor Interarmas, almirante Radford, sugirió “dejar caer” una o dos bombas atómicas en la zona. Naturalmente, previno, habrá daños colaterales. Esto es, la guarnición francesa sería reducida a cenizas nucleares, al igual que los sitiadores vietnamitas. “El esfuerzo de pensar nunca es fácil”, escribe Brodie.

No sé si las matanzas que sufrimos los mexicanos desde hace ocho años entran en la categoría de guerra. Lo que sabemos todos es que en ausencia de una estrategia política, la estrategia militar ha fracasado. Hace días, en Reynosa, el gobernador Egidio Torre presidió, supuestamente, una junta de trabajo con comandantes del Ejército y la Armada. Los narcos aprovecharon la presencia del Ejecutivo para desatar balaceras, bloqueos y todo eso: probaron que ellos son quienes mandan.

El estamento militar ni siquiera puede garantizar la seguridad en una pequeña ciudad fronteriza. Ello prueba que tácticas y estrategia militares simplemente no funcionan. ¿Por qué el Estado mexicano insiste en aplicar fórmulas inoperantes? Los fallos de la SeDeNa y la SeMar los pagamos con ríos de sangre.

A estas alturas es evidente que los fusileros de tierra y mar pueden abatir a miles de sicarios sin restarle un ápice de poder a la estructura del narcotráfico. Por cada pistolero que cae, hay diez en espera de ocupar su puesto. Está claro que para desmantelar el criminal comercio del trasiego de narcóticos hay que golpear a los verdaderos capos de capos en su talón de Aquiles: su riqueza patrimonial. ¿Qué no puede el Estado seguir el rastro de los narcodólares?

Volvemos a Brodie: “La distinción entre pelear por un propósito político y pelear por ganar es sólo tangencialmente una cuestión de quién está al mando: los soldados o los políticos”.

hugo1857@outlook.com

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

15diario.com