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2010 8 Enero 2016

 

 

Adolfo Ruiz Cortines
Ismael Vidales Delgado

 

Monterrey.- En todos los proceso electorales federales y locales abundan los políticos dispuestos a sacrificarse por el pueblo. Como decía don Pedro Ferriz, ya no sabe uno si reír, llorar o ponerse a rezar.

Yo recomendaría a todos los aspirantes a cargos de elección popular, ya sea en los municipios, las diputaciones locales o federales, las gubernaturas, o la presidencia del país que compraran un libro que narra la vida de quien fuera presidente de México de 1952 a 1958: Don Adolfo Ruiz Cortines; el libro lleva el título de: Primero las bases: Biografía de Adolfo Ruiz Cortines.

Este libro fue presentado por la escritora Guadalupe Loaeza, el 11 de diciembre de 2014 en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara; la autora es Esperanza Toral  y está publicado por la editorial Las Ánimas.

El banner que lo anunciaba mostraba la portada del libro con una leyenda simple, pero muy reveladora "Para que aprendan a cumplir el séptimo mandamiento: No robarás".

En su discurso de toma de posesión, don Adolfo dijo: "Y seré inflexible con los servidores públicos que se aparten de la honradez y la decencia", este señalamiento estaba dedicado directamente y en su cara a Miguel Alemán, presidente saliente, que había sido bastante mano larga para los centavos y más para los pesos.

De inmediato Ruiz Cortines se comprometió a poner en marcha un "plan de emergencia para poner al alcance del pueblo el maíz, el frijol, el azúcar y el piloncillo; las grasas comestibles, la manta, la mezclilla y el percal". Algo similar a lo que urge ahora mismo en México, en donde a los beatos los beatifican, a los santos los santifican y a los ratas los ratifican.

Don Adolfo, a quien el pueblo le llamaba el "viejito", era un hombre honrado y nada despilfarrado. Odiaba la deshonestidad y los regalos, tan es así que devolvió los más de 300 que llegaron el día en que tomó posesión.

Era tan honrado que, incluso, tardó un año en cambiarse a Los Pinos, porque la residencia le parecía "ostentosa y escandalosamente grande".

Al otro día de haber anunciado la lista completa de su gabinete, publicó otra más, la de sus bienes patrimoniales. Y exigió, a sus más de 250 colaboradores que hicieran lo mismo.

Pero siempre hay un prietito en el arroz: el Presidente se había casado en segundas nupcias con una mujer muy ambiciosa, que llevaba dos matrimonios y dos hijos y grandes deseos de aprovechar su condición de primera dama para enriquecerse y enriquecer a sus hijos y amistades. Ella se llamaba María Izaguirre y don Adolfo la llamaba cariñosamente "Mariquita".

Doña Mariquita, ostentosamente, cada año "regalaba un auto de lujo a los obispos, para que sus trabajos de evangelización resultaran más fecundos y menos mortificantes que los de Jesús".

Hay infinidad de anécdotas que muestran a un Presidente honrado, con buen sentido del humor y verdaderos deseos de servir al pueblo. Al concluir su sexenio en 1958, Don Adolfo Ruiz Cortines tenía 63 años de edad, se instaló en una oficina, que la prensa calificó de "tan desolada y tan sencilla", en la Avenida Revolución, por el rumbo de Tacubaya.

A finales de 1960 se divorció, él se fue a Veracruz a vivir muy modestamente y Mariquita  permaneció en la capital. Ambos desaparecieron de las páginas de la prensa.

El 3 de diciembre de 1973, a las 21:05 horas, murió a los 83 años, pobre pero con la conciencia tranquila. No robó, no traicionó a nadie y siempre fue congruente en su vida, tal y como aprendió de niño en el colegio jesuita, con su preceptor Jerónimo Díaz.

Terminó sin riqueza alguna, porque se respetó a sí mismo y respetó al pueblo y sus leyes. Mantuvo la paz no con represión, ni matanzas, sino con trabajo que se tradujo en armonía social y desarrollo nacional. Doña Mariquita asistió al funeral. Ella murió en 1979, a los 87 años de edad.

Políticos como don Adolfo, se acabaron.

 

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