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2014 14 Enero 2016

 

 

Enfermo de la cabeza el inge agrónomo
Hugo L. del Río

 

Monterrey.- ¡Clavos de Cristo! Varias escuelas de pensamiento han estado muy ocupadas en sesudos análisis para tratar de encontrarle un significado a  las cabalgatas –no diré que neuronales, porque de eso no hay nada– de Jaime Heliodoro. Sabiamente, la Academia de Vacas Chichonas concluyó que, toda vez que no hay materia cerebral, nada queda por analizar.

El Colegio de Altos Estudios de Perros Güevones aconsejó que lo más productivo es ofrecer en venta al gobernador al Colegio de Psiquiatría que pague el precio más alto.

Desde ultratumba, el buenazo de Job se hizo escuchar. “Definitivamente, ya perdí la paciencia. Por el amor de Dios, hagan algo para que, aunque sea por un solo día, se calle Jaime Heliodoro.”

Y un emisario del Maligno nos envió un cuervo –como decimos en Juego de Tronos– para avisarnos que el señor de las tinieblas está construyendo una sección especial a donde irán las almas de los políticos y grandes empresarios mexicanos, condenados por toda la eternidad a escuchar los monólogos de Rodríguez Calderón.

Ahora resulta que el gobierno del estado tomará en cuenta la opinión de los capitanes de industria –para mi gober no existen ni los técnicos en estas vainas ni, mucho menos, la raza que votó por él– antes de decidir si trae agua del río San Juan o del Nilo.

Eso sí: el proyecto ya no se llama Monterrey VI: ahora, supongo, será conocido como Monterrey VII. El inge agrónomo, asesorado –así se dice ahora— por los millonetas, nobles y desinteresadas criaturas a quienes sólo ocupa y preocupa el bienestar del pueblo, dará su visto bueno al esquema más funcional y barato.

Bueno, en comparación con el negociazo que es Monterrey VI, nos sale menos caro ponernos de acuerdo con Putin para que nos venda agua del lago Baikal.

Ni con la mejor voluntad del mundo puede uno tomar en serio al centauro de Galeana. Antes, se desdecía el martes de lo que dijo el lunes, pero ahora no espera tanto tiempo para jurar que no dijo lo que decimos que dijo. Y si se le dan a escuchar las grabaciones y se le invita a ver los videos, se escuda en un estoicismo digno del último rey emperador de los aztecas.

Lo que necesitamos es invitar a Sean Penn a que venga a hacerle una de esas chingonas entrevistas que acostumbra. La prueba más sólida de que el mundo está loco es la presencia de Jaime Heliodoro en el palacio de cantera.

Sí, Jaime Heliodoro está enfermo de la cabeza y nosotros somos unos pendejos por hacerlo gobernador.

Pie de página
En este oficio uno tiene que tragar sapos todos los días. Nunca leo a Sergio Sarmiento, pero como me dijeron que en su columna publicó una “critica” contra el “mal periodismo” de don Julio Scherer tuve que hacer de tripas corazón y todo eso. El texto del empleado de Salinas Pliego me recordó una escena que vi de niño en los patios del ferrocarril en Mazatlán: un ratoncito estaba mordiendo a una locomotora.

hugo1857@outlook.com

 

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