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2014 14 Enero 2016

 

 

El Chapo y la nada
Eloy Garza González

 

Monterrey.- La captura del Chapo se ha convertido en una catarsis colectiva para los mexicanos. Un malévolo divertimento. Y corrijo: una trivialidad. La caída libre de la reputación de Peña Nieto es irreversible con o sin el Chapo.

El aderezo de la actriz telenovelera enredada en conflictos legales, la entrevista superficial de una estrella de Hollywood con nulos principios éticos, incluso la camisa de seda del capo como símbolo de bonanza aspiracional, suman una pastorela macabra pero intrascendente.

Lo de menos para la frivolidad de la prensa es capturar al asesino de miles de personas, al proveedor de veneno en plena impunidad; lo destacable por los medios y el rumor colectivo es que el Chapo es la revancha (sospechosa y burda) de Peña Nieto; lo promovido por las redes sociales es que el Chapo inicia su ascensión a los cielos como figura legendaria, celebritie o ídolo masivo.

Falso que seamos un pueblo original. También los colombianos entronizaron en su momento (y el proceso de veneración mediática aún no termina) a Pablo Escobar. No es tampoco una reversión de los valores colectivos. Siempre han existido en las loterías populares la figura del bandido generoso.

El Chapo o la nada: al margen de la noticia de otro narcotraficante fuera de circulación (sustituido ipso facto en la pirámide del crimen organizado) el fenómeno popular que ha despertado la captura del Chapo no es que tenga efectos nocivos o peligrosos; es que es inocuo, irrelevante. La atención pública puesta en el hecho es una rotunda pérdida de tiempo; peor en esta época económicamente complicada donde tal parece que el destino nos ha alcanzado ya.

La vida con sus problemas está en otra parte.

 

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