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2014 14 Enero 2016

 

 

Excesos de Andrés Clariond Rangel
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Andrés Clariond pública sus artículos de prensa con claridad y buenas dosis de audacia. Suele transgredir las opiniones (es un decir) de la clase social privilegiada a la que pertenece, y analiza con independencia los temas que aborda.

Pero en el artículo que publicó recientemente en El Norte, “Chapo y Chon” (13/1/2016) se le pasó la mano. Sus conclusiones merecen ser acotadas. Es difícil concordar con algunas de ellas.

De ninguno de los ensayos del gran Montaigne, pude inferirse que “robar es pecado por simple costumbre”. Tampoco creo que Sean Penn “intente justificar encontrarse con un criminal en fuga”. Al exmarido de Madonna la cabeza no le da para tanto. Si trató personalmente con el Chapo, como antes lo hizo con Hugo Chávez, fue porque así le vino en gana y punto. Su idea no “suena bien como romanticismo o como teoría”, como dice Clariond, simplemente porque no suena a nada; no existe romanticismo ni teoría en los pasones que se mete Sean Penn.

Decir que “se les puede criticar muchas cosas a Kate y a Sean pero no la falta de valentía”, es olvidar a decenas de periodistas mexicanos ultimados por el narco por la valentía (ellos sí) de publicar los crímenes que permanecen impunes por culpa de gobiernos corruptos. Estos periodistas sí se juegan la vida y son o fueron valientes hasta la muerte, aunque no “merezcan” ser parte de una película de Spielberg.

Considerar como” teoría conspiratoria” que la gente sospeche un amorío entre el Chapo y Kate, tampoco es válido. Una cosa son las teorías conspiratorias y otra muy distinta exhibir en redes sociales la vida, obra y milagros de figuras que por su puro gusto han ventilado sus relaciones sentimentales y no en pocas ocasiones han buscado deliberadamente el escándalo y la polémica. Allá ellos, pero el que busca, encuentra.

Pero donde de plano se vuela la barda Clariond es en difamar a Gabriel García Márquez. El autor de Cien años de soledad sí tenía casa en La Habana. Vivió por largas temporadas en la Isla. Y no es creíble que quien fue, en sus buenos tiempos, el mayor vendedor de libros en el mundo, haya tenido que ajustarse a una vida “subvencionada por capitalistas de la talla de Carlos Slim y Lorenzo Zambrano”. Para vivir bien, don Gabriel no ocupaba de ningún rico (con las puras regalías de sus obras tenía para pasarla a toda madre); en cambio, para fundar escuelas de periodistas y guionistas, crear semanarios y premiar a los mejores editorialistas de América Latina, sí los ocupó y el gesto no es en ningún sentido condenable.

En suma, Andrés Clariond justifica muy a su manera el comportamiento de ese par de ególatras desvergonzados que son Kate del Castillo y Sean Penn, con el alegato de que son parte de la cultura gringa que nos ve como pueblo tercermundista y pretende acusar post mortem a genios como Gabriel García Márquez, con la caricatura de que fueron mascotas de millonarios. Pues no, a otro perro con ese hueso.

 

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