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2083 20 Abril 2016

 

 

José Garza: en la piel de los demás
Eloy Garza González

 

Monterrey.- En el gremio de periodistas, no todos ambicionan ser literatos, ni estetas de la pluma, ni prosistas con devaneos poéticos. Entre los oficiantes de esta cofradía secular que privilegia la precisión sin soslayar la página bien escrita (sólo lograda con la magia simple de leer a los clásicos), están quienes aspiran a ser eso: periodistas y entre periodistas, hay notables cronistas.

El noreste de México registra una amplia constelación de cronistas admirables, que como dato peculiar, mezclan la crónica con la historia. Un buen historiador es un cronista de lo pasado. Un buen periodista es un historiador de lo presente: no de lo que pasó sino de lo que está pasando.

Celso Garza Guajardo, oriundo de Sabinas Hidalgo, fue un cronista-historiador cuyos talentos para inventariar su realidad inmediata y los rastros de la matria o historia local (Don Luis González y González distinguía entre la patria y la matria, es decir, la patria chica) fueron moldeados por su incursión en el Partido Comunista Mexicano. Escuela de persistencia, necedad y preparación continua en la clandestinidad, el PCM también fue una forma ética de supervivencia por encima o al margen de la incomprensión y en ocasiones de la reprensión de los demás.

Mi tío Ramiro González me dio a leer cada uno de los libros que publicó Garza Guajardo. Luego lo conocí en persona: la dura militancia comunista de los años sesenta le sedimentó con el tiempo un apego a la tierra de los ancestros y a la sabiduría popular (que entiende cómo el devenir cobra y paga; paga y cobra; quita y da). Celso se convirtió en un artista de la descripción serena de su entorno, de las  pequeñas cosas que componen el espacio próximo y no por eso menos misterioso, de lo regional.

Celso Garza creó dinastía en el sentido biológico y literario del término. Al paso de los años, su hijo, José Garza, se convirtió por derecho propio, en cronista excepcional. Resulta casi una obviedad que, para alcanzar esa cima (a veces sujeta a la erosión y el deslave), Pepe Garza tuvo que recorrer los entresijos de una profesión (que no oficio) muy respetable pese a los infaltables prietitos en el arroz, de los que mejor ni hablar: ser reportero en la más amplia extensión de la palabra. Periodista cultural lo mismo en El Norte que en La Jornada, Pepe terminó por publicar una serie de libros que he leído en la medida en que se publican (y puedo conseguirlos), con fruición y deleite; también con la envidia del escritor que reconoce en su colega un florilegio de talentos, prodigios, técnica ya depurada y una peculiar capacidad para describir su entorno que le viene impreso en su ADN.

En el libro En la piel equivocada (2013), una recopilación de crónicas, dos de ellas situadas en Nuevo León y las otras cuatro ambientadas en España, Pepe Garza incluye un texto que es a todas luces un manifiesto del buen cronista, en cualquier idioma y en cualquier contexto. Se titula: “De cómo el mundo clama historias para entenderse”, recomendable para todo lector, especialmente para el neófito de la prensa que quiera hacer carrera. Pepe escribe sobre su vocación descubierta desde muy niño cuando su papá le dio a leer Reportaje al pie del patíbulo, del periodista checo Julius Fucik, detenido, torturado y asesinado por la Gestapo. Ese fue el arranque de muchos libros inspiradores para el futuro cronista, que siguió con Ryszard Kapuscinski, el New Journalism, después con un novelista que no hubiera adquirido su maestría narrativa de no comenzar su carrera como reportero en un periódico de su natal Colombia: Gabriel García Márquez.

Sorprende que en la primera línea de su manifiesto del buen cronista, Pepe revele, como si tal cosa, que de pequeño quería ser arquitecto. A la larga Pepe lo consiguió: ahora es arquitecto de la crónica con tanta precisión en sus planos y construcción de sus textos, con lo que consigue mantener en pie sus memorables edificaciones de palabras. El secreto de su oficio lo tiene a flor de piel: al momento de narrar un hecho, sabe ponerse, como buen reportero, periodista, cronista, no en la piel equivocada, sino en la piel del otro, en la piel de los demás. De casta le viene al galgo.


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