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2096 9 Mayo 2016

 

 

Sinaloa y su universidad partido
Ernesto Hernández Norzagaray

 

Mazatlán.- La Universidad Autónoma de Sinaloa en los últimos cuarenta años prácticamente ha vivido al acecho y las ambiciones políticas de grupos.

En los pasados años setenta estuvo amenazada por el delirio ultraizquierdista de  la Universidad-fábrica que sostenía con las armas en mano la tesis polpotiana de que la institución educativa preparaba cuadros técnicos y profesionales al sistema capitalista y la solución era destruirla, aunque en los hechos, se le utilizó como proveedora de recursos públicos para la “revolución socialista”.

Años más tarde, la izquierda comunista pretendió hacer de ella una institución “democrática, crítica y popular”, que en realidad tuvo más tintes de escuela de cuadros para la revolución socialista bajo la máxima de crecimiento que donde hubiera “una preparatoria del gobierno del estado, estaría una de la UAS”.

Y desde 2004, el ex rector Héctor Melesio Cuén Ojeda impulso un proyecto de cambio en apego a las políticas de SEP y eso pasaba por la limpieza de la oposición. Se trataba de ampliar cada día el espacio de influencia hasta alcanzar el gobierno del estado y eso pasaba por tener primero control sobre las secciones sindicales del SUNTUAS y las instancias de decisión institucional, como son el Consejo Universitario y los Consejos Técnicos de escuelas y facultades, controlando los accesos para que no llegaran personas ajenas al “proyecto”.

Creó la Asociación civil Cuenta conmigo y en 2013 formó en sólo semanas el Partido Sinaloense (PAS), un partido universitario, conservador, pragmático, hiperpersonalizado y de corte autoritario, que en las elecciones estatales de ese año se convirtió en la tercera fuerza política. El ex rector entonces se convirtió en diputado al igual que otros dos de sus correligionarios. La UAS, dijo en aquel entonces, está representada.

Así mismo, en las elecciones federales de 2015, tuvo la osadía de postular como candidatos independientes a cuatro de sus miembros a otros tantos distritos electorales aprovechando un resquicio de la ley pese a que expresamente se establece que estas candidaturas no pueden utilizarse por miembros de partidos y aquellos negaron su militancia (hoy, todos ellos, candidatos del PAS).

Sin embargo, los cálculos salieron mal pues había que conseguir seis mil firmas de apoyo para cada registro y los cuatro al menos duplicaron ese respaldo pero, no se refrendaron en las urnas y ninguno de ellos logró llegar al recinto legislativo de San Lázaro.

Ahora, en el proceso electoral en curso, el PAS ha hecho una alianza con el languido partido Movimiento Ciudadano, luego del fracaso de la coalición que había armado con el PAN y el PRD,  para postular como candidato a Cuén Ojeda al gobierno del estado.

Para reforzar su aspiración política se ha puesto en actividad a la estructura administrativa de la Universidad que tiene como tarea revertir el fracaso de 2015 y garantizar el mayor número de votos de los más de 150 mil universitarios más los que estos puedan irradiar en su entorno familiar, amistoso, barrial.

Es una campaña intensa y permanente que muestra que es competitivo pero viendo fríamente los números de 2013 y el voto leal de los partidos grandes, las posibilidades de crecimiento electoral difícilmente lo llevarían a ganar ya que se necesitan al menos 400 mil votos prácticamente cuadriplicar su votación.

Veamos, en 2013 su mejor votación fue en las candidaturas de diputados donde logró 116 mil votos más otros 8 mil en coalición, entre ellas el triunfo de la diputada Lucero Sánchez, quien está sujeta a desafuero por supuestos vínculos con Joaquín El Chapo Guzmán.

Se trata de un engranaje muy sofisticado que está sostenido fundamentalmente en el sistema preparatoriano con sus extensiones desde las cabeceras municipales hacia las sindicaturas donde hay derecho de veto hasta en cuestiones tan rutinarias como que un académico opositor dé una charla a los alumnos.

Hay, además, un estrecha sintonía y comunicación entre el rector Juan Eulogio Guerra Liera, con su cuñado y también ex rector Víctor Antonio Corrales Burgueño, hoy flamante dirigente estatal del Partido Sinaloense y el ex rector y candidato Cuén Ojeda, para operar y salir al paso a las críticas y supuestas amenazas que han aparecido en la campaña electoral.

Así, esta semana se hizo evidente, cuando aparecieron en la Universidad pintas amenazantes contra Cuén Ojeda de parte de alguien quien las firmó como “los zetas”, inmediatamente después de que este interpuso una denuncia ante PGJE, el dirigente estatal del PAS hizo lo propio incluso acusó al PRI y su candidato de estar detrás de ellas; pero eso no paro ahí: el 1 de mayo el rector Guerra Liera, con el apoyo incondicional de los líderes sindicales pasistas, salieron a la calle para transformar la marcha del trabajo en una defensa velada del candidato a gobernador que ha dicho “que si gana la elección, le va a ir bien a la UAS”.

Pero, desde ahora, se puede ver a quién le va a ir bien con las principales candidaturas a diputados pluris donde va su esposa, el ex rector Corrales Burgueño y el ex vicerrector de la zona sur: Rafael Mendoza Zataraín y lo mismo se puede decirse en el reparto de las candidaturas a las presidencia municipales y las listas de regidurías en cada uno de los 18 ayuntamientos del estado.

Los señalamientos políticos están hoy en Sinaloa a todo lo que da, las acusaciones en contra de Cuén Ojeda proliferan en los medios pero muy especialmente en las redes sociales que buscan bajar sus posibilidades que se reflejan en las encuestas de intención de voto.

Cuén Ojeda, trae una estrategia centrada en la Universidad, sabe que ahí se encuentra su mayor nicho de votos y que si lo trabaja como lo vienen haciendo sus operadores le podría redituar, para ello una de las decisiones más polémicas que adoptó fue demandar por la vía civil a Teresa Guerra, universitaria, abogada, periodista y activista social, por supuesto daño a su honor y lo hace buscando además de callar su voz para construir una “candidatura víctima”.

No es casual que la denuncia haya ocurrido, cuando la alianza del PAS con el PAN se vino abajo, luego del escándalo de la presunta narcodiputada.  

Claro, está el recuerdo fresco de lo acontecido en los comicios del año pasado, cuando las firmas de apoyo a sus “candidatos independientes” luego no se refrendaron en las urnas.

En la institución y fuera de ella, hay franjas de molestia por la presión que se ejerce sobre los estudiantes y hay una oposición silenciosa que igual está haciendo su trabajo para que esta idea instrumental de Universidad-partido termine por desaparecer y la casa rosalina se encause a derroteros menos costosos para la educación de los jóvenes sinaloenses.


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