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2097 10 Mayo 2016

 

 

Los personeros de la política
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Las instituciones, la abstracción del Estado salta por los aires cuando hacen su aparición, a la mitad del foro, los personeros de la política, los antipolíticos sin partido, o con partidos débiles. Aprovechan la crisis y el descrédito de la partidocracia.

La personalización de la política significa la aparición de líderes carismáticos, con pinta de predicadores, populistas, con soluciones simples a problemas sociales y económicos complejos; se dicen representantes del ciudadano común, enemigos del establishment, es decir, del viejo orden, xenófobos, expertos en corregir las desigualdades y enamorados del subsidio en especial en educación y salud, sin reparar en el gasto público.

En un primer momento, suelen restaurar la esperanza social. Transmiten  la sensación a las clases más necesitadas de que se preocupan por ellas. Pretenden ser sus representantes. Conjuran la frustración popular. Por eso, soslayan la mediación entre su figura y el pueblo de organizaciones no gubernamentales, de asociaciones civiles o gremiales. Suelen navegar entre las aguas de la izquierda y la derecha. En su primera campaña política Chávez dijo que no era de izquierda ni de derecha, "Yo soy bolivariano". Que no es decir mucho, o no es decir nada.

A veces suelen ser histriónicos como el mencionado Hugo Chávez, o directos y lacónicos como Alberto Fujimori, de Perú; a veces suelen poner el énfasis en el indigenismo, como Evo Morales, de Bolivia, o en la seguridad nacional, como Álvaro Uribe, de Colombia.

Todos estos personajes seducen al pueblo con sus cantos de sirena, prometen que harán ricas a las clases medias, como Silvio Berlusconi, en Italia; o a las clases bajas, como Rafael Correa, de Ecuador. Aceptan en general someterse a los procesos electorales, pero siempre con las ventajas del aparato público que manipulan a su favor.

Controlan abierta o sesgadamente a las autoridad electorales y hacen valer su mano férrea como máximos líderes. La disidencia, los opositores a estos redentores que deshuesan el sistema político, suelen ser víctimas de amenaza o represalias. Los ubican en los linderos de la delincuencia: Hugo Chávez, por ejemplo, prometió acabar con 40 años de democracia corrupta. Correa promete que acabará tarde o temprano con los oligarcas nativos.

A casi todos estos líderes carismáticos y populistas les gusta hacer cambios constitucionales para poder reelegirse una y otra vez, abusando del poder. Y se apropian de medios de comunicación para destruir la reputación de sus rivales. No es que disuelvan el sistema político de su país: es que lo ajustan a su beneficio personal. Les gusta poner en práctica el culto a la personalidad. Comienzan de redentores y terminan como dictadores. Son los personeros de la política.

Y ya hicieron su aparición discreta en México.


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