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2105 20 Mayo 2016

 

 

En memoria de don Luis H. Álvarez
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Hace varios años escribí un artículo sobre don Luis H. Álvarez. Hoy que me entero de su muerte, lo transcribo. Fue un hombre parco pero de convicciones firmes. Un ejemplo de ciudadano. Tenía 96 años. Más de nueve décadas de trotar por acá y por allá y de ser un defensor de la democracia y la sociedad.

Don Luis H. Álvarez cruzó medio siglo XX y parte del presente con la necedad de corregir la pobre democracia mexicana. Fue uno de los últimos demócratas con adjetivos sociales que nos quedaba. Presidente de su partido el PAN, fue candidato a Gobernador por Chihuahua y le robaron la elección, fue el negociador del Gobierno Federal con el Ejército Zapatista en Chiapas y el ex Presidente Calderón lo nombró su representante en Ciudad Juárez para encontrar salidas a la inseguridad. Al servicio de esa terquedad sacrificó patrimonio, su fábrica de pantalones de mezclilla, y hasta alimento, porque en sus huelgas de hambre de los años 80, en defensa de la democracia, comía nada más bagazo de limón con agua.

Una vez don Luis me invitó a acompañarlo en su visita a la Zona Zapatista en los altos de Chiapas. Don Luis cumplía casi los noventa años. Visitamos Ocosingo, Las Margaritas, Oxchuc. Caminamos desde la mañana hasta bien entrada la noche. Al final de una jornada, le dije: “Ora sí a descansar”, pero don Luis me respondió: “De ninguna manera, de aquí nos vamos a la cascada”. Don Luis subió como si nada el kilómetro de senderos, andadores y escalones hasta la casada mayor, llamado Velo de Novia. Su secreto consistía en no aflojar el paso, en mantener el trote, pero sin evadir ni apresurar la ruta.

En San Cristóbal nos despedimos, pero antes le pregunté: “¿Cómo le hace usted para llegar a vivir tantos años?” “Muy simple –me respondió– un caballito de tequila y a caminar”.

A sus espaldas, don Luis ha dejado una estela de luchas civiles contra el autoritarismo, contra la intolerancia de los gobernantes, contra el miedo y la cerrazón. Por eso, en sus eternos recorridos lo acompañó gente que lo admiramos, ciudadanos que lo quisimos mucho, gente del pueblo que lo seguimos a donde fuera, porque le guardábamos lealtad de la buena.

Metros antes de llegar al nacimiento de una hermosa cascada chiapaneca,  don Luis se frenó. Guardó sus energías y no quiso caminar por unos momentos. ¿Por qué? “Muy simple –me dijo– para demostrar que a la meta no se llega nunca, que hay que hacer bien las cosas y que, aunque te canses como corredor o deportista consumado, la verdad es que nunca debemos darnos por vencidos”. Y eso sí: un caballito de tequila y a caminar.

En paz descanse este demócrata de los grandes.


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