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2109 26 Mayo 2016

 

 

La sociedad Telémaco
Eloy Garza González

 

Monterrey.- En Nuevo León somos la sociedad Telémaco. Esperamos a un padre que nos imponga La Ley. Nos sentimos huérfanos ciudadanos, sin un hombre fuerte, bronco, que nos reprenda, que meta orden, que nos diga qué hacer y cómo hacerlo.

La ausencia de esta figura paterna nos provocaba un malestar social cada vez peor. A falta de padre, se erosionaba el poder político que nos dominaba, se pulverizaba la credibilidad del establishment. El Estado perdió su reputación y sus contornos: lo creímos más una entelequia que algo vivo. La sociedad civil demandaba un padre y aquí reside la enfermedad que creyó ser su propia cura.

Telémaco demanda, con el alma en vilo, la presencia en Ítaca de su padre, Odiseo (“aquel varón de multiforme ingenio que anduvo peregrinando larguísimo tiempo”), perdido 20 años tras la victoria de la guerra de Troya, en su navegación por el Ponto, retenido por la ninfa Calipso, quien intenta doblegarlo para que se case con ella. La madre de Telémaco, Penélope, es asediada por los pretendientes, que sustituyen la figura paterna por ladrones y ventajistas.

Cada día que pasa, Telémaco añora más a su progenitor y desprecia más a los pretendientes: viven en su casa, celebrando sin cesar con manjares, mujeres y vino (cuenta la Odisea: “sentados sobre cueros de bueyes que ellos mismos degollaron. Varios heraldos y diligentes sirvientes les escancian vino y agua, limpian las mesas y trinchan carne en abundancia”) son los parásitos que gozan a sus anchas, a falta del padre de Telémaco, colmando sus ganas de comer y de beber, ocupando el pensamiento en banalidades: “el canto y el baile, que son los ornamentos del convite”.

La metáfora es clara: Telémaco es las sociedad harta de la clase política, de los políticos tradicionales, de la partidocracia. Los pretendientes de la madre de Telémaco, son la burocracia parasitaria, que vive holgadamente, consumiendo la despensa y la cava de la casa del hijo de Odiseo, corrompiendo las buenas costumbres y celebrando su buena suerte a expensas de Telémaco, símbolo de la sociedad sometida.

Los pretendientes no producen nada, solo saquean, exprimen, gozan y roban a manos llenas. Según el propio Telémaco, es decir, la sociedad civil fastidiada, “devoran impunemente la hacienda de otro”.

Pero cierto día, cierta jornada electoral, Odiseo, el héroe individual, autónomo, independiente, regresa a Ítaca y junto con la sociedad, es decir, con Telémaco, castigan a los burócratas parasitarios, frenan la voracidad de la partidocracia, dispersan a los abusivos.

Odiseo, el independiente, vence la corrupción insaciable de los pretendientes. La mitología es poética y vindicativa. La realidad es otra cosa, bañada de grises, de claroscuros, de personas de carne y hueso y de sueños frustrados. Somos la sociedad Telémaco.


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