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2120 10 Junio 2016

 

 

MUROS Y PUENTES
Lo que sigue
Raúl Caballero García

 

Monterrey.- Lo tenaz refuerza lo obstinado en este momento en que apremia ver por el bien común. Bernie Sanders no reconoce que ha sido en verdad descarrilado de la contienda demócrata por la nominación presidencial por su rival Hillary Clinton.

Persiste en su empeño acaso porque ciertamente estuvo muy cerca, pero mantener de manera excesiva su intención al final del día lo aleja de su voluntad original: vencer a la derecha.

No creo que Barack Obama lo convenza este jueves de aceptar lo inevitable (se reunirían en la oficina oval), ya que según anticipó persistirá hasta la convención en Filadelfia (25-28 de junio), para entonces sólo habrá retrasado las potenciales estrategias para capitalizar todo el patrimonio político demócrata; reconocer ahora el triunfo de Clinton le imprimiría una puntual (y elegante) característica al luchador que ya ha expuesto su visión política para sacar adelante la agenda liberal. Sumarse hoy a la candidatura de Clinton abonaría sin duda a salvar la fragmentación existente entre demócratas.

Ahora estamos por presenciar una contienda que no pocos analistas tildan de “brutal”, veremos cómo el previsible choque eleva el nivel de polarización en las campañas hacia la Casa Blanca. Los conservadores que respaldan a Donald Trump, ese espectro de republicanos que son espejo del caprichoso millonario: blanco y racista, intolerante y misógino, con rasgos fascistas, cobijado por religiosos radicales, alentado por medios de comunicación que comulgan con sus doctrinas soeces, y respaldado por la extrema derecha que orientará todas sus baterías contra las filas demócratas: Filas que precisamente Bernie Sanders ha fortalecido pues con su movimiento -y ese es un logro que nadie le regateará- ha revitalizado las fuerzas de izquierda del Partido Demócrata, ha movido olas de hombres y mujeres jóvenes y esa aportación, su convocación, es hoy requerida para cerrar filas. Buena parte de lo que ha logrado Sanders, con el reconocimiento de Clinton, es un filón de ciudadanos abiertos a la pluralidad, a los valores liberales, a la reafirmación de la diversidad.

Hoy se vuelve imperativo para esas fuerzas demócratas que su partido permanezca en la Casa Blanca. La representatividad de Hillary Clinton no se queda en el hecho -ciertamente histórico- de que al convertirse en la candidata presidencial ha roto el techo de cristal, en los años por venir la confrontación de ideologías y valores seguirá tensándose, por eso la urgencia, lo perentorio de que siga su curso la nueva izquierda (por señalarla de ese modo) que la visión de Sanders ha impulsado.

Su cabal formación estriba -insisto- en cerrar filas en esta campaña y tras conseguir el triunfo por sobre Trump, completar la formación de cara al establishment de Washington e ir dejando atrás las fracturas creadas por los extremistas republicanos al interior del país. Los meses que vienen son cruciales pero pase lo que pase, los años que vienen serán decisivos para que los jóvenes y los que les siguen se hagan de un país digno. Mientras tanto, para empezar Hillary Clinton tiene la responsabilidad de saber enarbolar el magnífico trabajo de Bernie Sanders.


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