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2131 27 Junio 2016

 

 

Bajo la bandera del arcoíris
Lídice Ramos Ruiz

 

Monterrey.- Dentro del Festival Diversciudad Nuevo León 2016, la Secretaría de Extensión y Cultura de la UANL promueve una docena de eventos entre el 19 y 29 de junio; dentro de ellos, tuvimos la oportunidad de participar, junto con Mario González, en la presentación del libro del Héctor Miguel Salinas Hernández, titulado Masculinidades e identidades gay: tres estudios sobre violencia, mercado y sociabilidad gay en la ciudad de México.

Héctor es un hombre estudioso y riguroso en el tema de masculinidades  e identidades. Plantea, utilizando las reflexiones académicas y las vivencias personales de sus entrevistados, los laberintos de vida de hombres que como él, se mueven al cobijo de las consignas del movimiento de la disidencia sexual y que han logrado en lo particular, dar respuestas a sus estilos de vida, pero que, tanto el movimiento, como la sociedad en general, ocultan o disfrazan por ignorancia.

Define la disidencia sexual, como el movimiento de varones que se pregunta sobre la identidad masculina y que rompe con el imaginario de masculinidad hegemónica en el ámbito de la sexualidad. Utiliza el término gay para referirse a esos varones  del movimiento con preferencias u orientación sexual y afectiva por otros varones, que se autoidentifican como tales en forma positiva.

Con las herramientas analíticas de los estudios feministas y de la disidencia sexual busca entender a estos varones, desde la condición propia, en las relaciones de género. Visto el género como una forma de ordenamiento de la práctica social donde el proceso histórico reemplaza la evolución biológica y por ello responde a situaciones particulares que se genera dentro de estructuras definidas por dichas relaciones.

  Presenta tres premisas del orden de género:

  1. Existe un modelo de masculinidad hegemónica.
  2. Este modelo hegemónico es producto de una construcción cultural.
  3. Este modelo no es sólo dominador de las mujeres sino también de otras masculinidades subordinadas, cómplices o marginales.

Y en este orden, patriarcal, donde de alguna manera  se han ido desgastando las fuentes simbólicas que legitimaban la autoridad y concentración de poder de esa masculinidad hegemónica se pregunta ¿hasta dónde los hombres gay son reproductores de ese orden dominante o hasta donde son transformadores del mismo? Trabajo intenso y difícil de abordar. Sin embargo, a una mirada rápida se pueden desprender algunas ideas.

La violencia intragenérica, existe y los casos analizados la confirman. Los hombres gay están culturizados tanto por estereotipos angloamericanos de la forma de ser gay como por la cultura patriarcal que subvalora a las mujeres y a los hombres que no reúnen el canon del hegemónico. Violencia apoyada en las asimetrías de poder en lo privado-íntimo, escuelas o trabajos así como en lugares de calle.

Violencias que se sirven de la homofobia, el sexismo, la misoginia y los valores asociados a la heterosexualidad para descalificar y deshumanizar a personas. No olvidemos que el “bullying” escolar, el “mobbing” laboral y la violencia de parejas gay son prácticas sostenidas en un mundo de mercado cargado de homo-erotismo que le favorece y anima paradojas con los valores del sistema sexo-género dominante.

Los valores asociados al sistema heterosexual citando al estudioso, Oscar Guash, son un sistema de gestión social del deseo humano  que obliga cumplir la defensa del matrimonio estable coito-céntrico y reproductivo, donde lo masculino es todo lo no-femenino, por lo que persigue o ignora todo lo que se aparte de ello y lo considera subalterno o “anormal”; siendo además adultista porque niega o ignora la sexualidad infantil.  

Ante este sistema, la subcultura gay ha pretendido ser subversiva políticamente hablando, y lo ha logrado, creó una identidad de resistencia con proyectos para rediseñar su posición social y dislocar las estructuras de varias instituciones sociales. Más, la fortaleza del mercado globalizador ha colonizado el término gay y cunde un “mercado rosa” amigable, de tendencias, marcas, fidelidades para hombres gay que reúnan el prototipo de ricos, educados, profesionistas, blancos y consumistas.

La publicidad actual conlleva la idea de cuerpos perfectos, eternamente jóvenes, cuidados, sin grasa, “homo cosmeticus” muy cercanos al super-macho donde gana terreno un esquema civilizatorio individualista, hedonista, egoísta, competitivo, constructor de miedos, enojos que hostiga y asedia, agota y maltrata emocionalmente por donde se asoma y pretende abrir  camino la lógica ciudadana y de los derechos humanos.

Mientras los movimientos feminista, de la disidencia sexual y de la diversidad sexual caminan buscando un puerto civilizatorio incluyente y respetuosos de lo humano y de lo ecológico cuestionando y de-construyendo un esquema de dominio o hegemonía masculina, por otro lado, en cotejo, la frugalidad del mercado y su lógica, envuelve, no sólo a los hombres gay, sino a todos y a las mujeres también en un modelo prototípico de masculinidad con cuerpo fuerte, actitudes de dominio y control hacia cualquier atributo femenino y con ello refuerza la violencia de género. ¡Vamos de reversa!

Héctor gracias, por este material y su aportación a los diálogos del siglo XXI que trae esta semana a Nuevo León, su aportación es amplia, sincera y pertinente. Nos coloca en una mayor comprensión de nuestro mundo y en la certeza que las feministas compartimos con ustedes, de que un mundo sin violencia de género es posible.


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