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2151 25 Julio 2016

 

 

El Kim Kardashian de la izquierda demagógica
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Uno tiene a veces que tomar decisiones radicales. Hace días me senté a leer el libro “El capital en el siglo XXI”, de ese joven profesor francés que es casi una celebritie del mundillo progresista: Thomas Piketty, el Kim Kardashian de los intelectuales de izquierda.

Que un economista conozca de literatura y cite a Charles Dickens es una cosa meritoria. Así que comencé a nadar con placer inicial por las aguas transparentes de ese libro que inventa teorías sobre todos los asuntos del mundo, tanto del viejo como del presente.

Hasta que el agua se me enturbió sin remedio y se convirtió en un pantano. Con esto quiero decir que Piketty se aceleró en escribir falacias, que es la manera amable de acusarlo de decir mentiras.

Para muestra, un botón: según Piketty, los inversionistas al reinvertir sus ganancias en el mercado bursátil, obtienen tasas muy superiores al crecimiento económico. Por ejemplo, la riqueza que yo gané antes, en automático se me reproduce más rápidamente que la riqueza de quien produce actualmente, aunque yo ya no trabaje. A ese fenómeno económico, Piketty lo denomina “desigualdad r<g”.

Cuando los teóricos sustentan sus hipótesis con fórmulas aritméticas, comienza a correrme por el cuerpo una especie de urticaria o comezón antiacadémica. Si Piketty en vez de profesor (o además de serlo), hubiera montado un negocio de cualquier giro, caería en la cuenta de que, si lo hace bien y corre con algo de suerte, a pesar de todos los estorbos que suele imponernos el avaricioso gobierno, ganaría más dinero que si lo metiera en alguna inversión bursátil.

Pero Piketty en vez de montar una farmacia o un restaurante, prefiere inventar fórmulas más falsas que una moneda de tres pesos. Claro, como la fórmula “desigualdad r<g” lleva la palabra más seductora del mundillo progresista (la falta de igualdad social, o la mala distribución del ingreso), su descubrimiento seudo-científico comienza a ganarse mágicamente la aceptación unánime de los universitarios.

Lástima que en el mundo real las cosas no sean así de simples. Y si Piketty cree que sí lo son, que juegue en la bolsa con los miles de euros que ha ganado con su dichoso librito y se siente a esperar a ver cómo su riqueza se multiplica rápidamente, sin tener que trabajar. Cuando se entere que no será así, volverá a intentar publicar otro best seller de denuncia contra la desigualdad social que hunde a casi toda la humanidad. Cosas de la demagogia intelectual.


 

 

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