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2156 1 Agosto 2016

 

 

La muerte tiene permiso
Ismael Vidales

 

Monterrey.- Hoy nos desayunamos con las primeras planas de los periódicos locales chorreando sangre, los criminales están empeñados en no perdonarnos la vida, y el INEGI igual que Malthus, simplemente lleva las estadísticas, porque eso somos: un número entre los muertos.

Hoy, para conducir mi reflexión y espero que la de usted también, utilizaré tres obras literarias.

Fuente Ovejuna, obra de teatro de Lope de Vega publicada en 1619, basada un episodio histórico que ocurrió en el 1476 en un pueblo cordobés llamado Fuente Ovejuna. El Comendador Fernán Gómez de Guzmán, era un tirano abusivo, ladrón, asesino y violador de mujeres. Laurencia, hija del alcalde, es asediada por el Comendador que desea poseerla intentando raptarla pero el novio de la chica, Frondoso, la rescata, y se casa con ella solo que en medio de la celebración, llega el Comendador y detiene a los novios. Este hecho provocó el hartazgo del pueblo que decide tomar la justicia en su mano, y por la noche la multitud entra al palacio del Comendador y lo matan. En el juicio, cuando el juez les pregunta quién mató al Comendador, todo el pueblo responde: “Fuente Ovejuna, señor”.

En 1961 Israel atrapó a Adolf Eichman y lo llevó a juicio por los crímenes que cometió en contra de los judíos y de la humanidad. Hannah Arendt (1906-1975), una gran escritora judío alemana radicada en los Estados Unidos, que sufrió en carne propia y en su familia la crueldad de los nazis fue enviada a Tel Aviv como corresponsal de la revista The New Yorker para reportear el proceso hasta que Eichmann fue condenado por todos sus crímenes y ahorcado en 1962. En 1963 Hannah publicó su famoso libro Eichmann en Jerusalén, Un informe sobre la banalidad del mal, en el que Hannah dice: “Adolf Eichmann no poseía una trayectoria o características antisemitas y no presentaba los rasgos de una persona con carácter retorcido o mentalmente enferma. Actuó como actuó, simplemente por el deseo de ascender en su carrera profesional y sus actos fueron resultado del cumplimiento de órdenes superiores. Era un simple burócrata que cumplía órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias. Para Eichmann, todo era realizado con celo y eficiencia, y no había en él un sentimiento de «bien» o «mal» en sus actos.

La Muerte Tiene Permiso, es el título de un cuento escrito por el sonorense Edmundo Valadés, publicado en 1955 por el FCE. Narra una asamblea de los campesinos del pueblo de San Juan de las Manzanas. Ellos se quejan del comportamiento despótico del presidente municipal. Habla Sacramento, en representación del pueblo, para que los ingenieros se enteren bien de su desdicha. Dice Sacramento: el Presidente Municipal nos ha robado tierras, nos obliga a pagar los impuestos que se le antojan, cerró el canal del agua dejándonos sin cosechas, se robó a dos muchachas y las dejó violadas y golpeadas tiradas en el monte, y mató a mi hijo por querer poner un alto a todo esto. Así que señores ingenieros, pedimos permiso para matar al Presidente Municipal. Los ingenieros analizaron el tema, votaron y aceptaron dar el permiso. Sacramento lo agradece, pero informa a la asamblea que como nadie les había hecho caso, el Presidente Municipal estaba ya difunto.

Utilicé estos textos, para ver si provoco en mis lectores una reflexión sobre el horror de muerte que se respira actualmente en todo México. Estamos tan acostumbrados a la muerte que ya nada nos sorprende, pareciera que las vidas humanas, son números, sólo números metidos en una estadística. El INEGI –ya casi sin credibilidad después de la balconeada que le dio el Coneval– dio a conocer esta semana las muertes acumuladas en el país desde el 2006 hasta el 2015. Van, dice: 195 mil 61 muertos en hechos violentos, según los registros de las entidades federativas.

Y yo digo, ahora agregue a esta cifra los no registrados: sepultados en fosas clandestinas, incinerados, pozoleados, lanzados al mar o simplemente desaparecidos, y tenemos un común denominador: ¡Todos estamos vivos hasta que alguien muy poderoso o loco se le antoje matarnos o hasta que decidamos como Fuente Ovejuna, San Juan de las Manzanas o el Estado de Israel, tomar la justicia en nuestras manos!


 

 

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