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2166 15 Agosto 2016

 

 

Lesbianas sin motel
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Me cuentan que en los moteles de Nuevo León se niega el acceso a las parejas gays. Una pareja de amigas mías, lesbianas, pasaron una noche de lujuria sofocada y pospuesta porque en cada motel al que recalaban, la respuesta que les daban era la misma: “aquí solo atendemos parejas heterosexuales”.

De por sí el tema de los moteles es controvertido. Se le asocia con infidelidades, señoritas de moral distraída que usan las habitaciones como centro de operaciones laborales y parejitas de estudiantes poseídos por la comezón genital. Se olvidan, por cierto, las fantasías sexuales que juegan algunas parejas bien casadas, en donde el marido lleva al motel a su mujer para imaginársela como prostituta (fantasía que a veces no está tan alejada de la realidad).

Alfred Hitchcock acabó por demeritar los moteles con su película Psicosis. La posada del personaje Norman Bates es a todas luces un motel de paso. Ahí mata en la bañera a la pobre y bella Janet Leigh que (para tristeza del público varón) alcanzó  a cubrir sus partes nobles con la cortina de la regadera. Y es que no hay nada peor que un motel sea regenteado por un esquizofrénico que además es un moralista marca diablo. Uno acaba odiando más a los moralistas que a los esquizofrénicos: son socialmente más peligrosos y letales.

Mis amigas lesbianas quedaron impotentes ante la discriminaron de la que fueron objeto. No podían denunciar a cada uno de estos moteles homofobico a la Profeco, no podían presentar una queja en algún periódico local (más mochos que nada, aunque salpiquen sus páginas con crímenes peores que los de la pobre y bella de Janet Leigh). En suma, a mis amigas las dejaron vestidas y alborotadas, cuando lo que ellas querían era desvestirse y acabar con tanto alboroto.

Hace unos meses, la comunidad LGBT de Nuevo León montó una protesta pública en un antro de moda, porque los meseros corrieron del local a una pareja gay que cometió la osadía pública de darse un beso en la boca. Esta misma comunidad podría montar otra protesta pública, pero ahora en los moteles homofobicos de Monterrey y no dejar salir por algunas horas a ningún cliente que pernocte (es un decir) dentro de sus habitaciones.

Claro, el riesgo que puede correrse es que durante esas horas se queden vacías de funcionarios públicos muchas oficinas gubernamentales, cosa que, desde otro punto de vista, incluso tendría sus notorias ventajas.


 

 

15diario.com