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2207 11 Octubre 2016

 



Donald Trump: las razones del orate
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Donald Trump no ganará la presidencia de EUA. Es uno de los peores debatientes del mundo. El populismo es escuela de polemistas: decir sandeces suelta la lengua, la irresponsabilidad libera el ingenio, la incoherencia afloja la labia. Pero en Trump, el populismo no le distiende los músculos. Se tensa, se ahoga, se crispa, se enerva. Sus salidas de tono destilan ansiedad no hilaridad.

Lo suyo no es debatir como político sino aplastar como monster truck. Un ironista que no se toma en serio es la primera regla que no puede romperse. De otra manera, el ironista se dispara en el propio pie.

Pero Trump se toma muy en serio. Se burla de todo mundo, menos de sí mismo. Un comodín que se cree un as. Cuando alardea como estrella de farándula que las mujeres no se le resisten, no bromea: tocarles sus partes íntimas a una casada es el fin de una estrategia. No hay sarcasmo en sus comentarios sexistas: hay un plan casi militar. Trump cumple sus vanidades con planeación y hoja de ruta. Es sistemático y empeñoso en sus chifladuras. Calcula incluso sus amenazas. Así prepara sus reality shows: no deja nada al azar. Se vale improvisar pero dentro de un marco preciso.

El mayor problema de Trump no son sus modos sino sus metas. Su objetivo no es la presidencia de EUA, es fungir como hombre fuerte en un país dividido según él en dos bandos: los agachones por un lado, y los adversarios y enemigos por el otro. Si pudiera, Trump borraba de un plumazo la Cámara de Representantes y el Senado, a un tiempo. Incluso eliminaría la población a quien mandar, comenzando por los grupos minoritarios y los disidentes. Suya es la frase: “¡Qué estúpido es nuestro país!”

La diferencia entre Trump y el típico macho es la posición que cada uno asume: lo que en el segundo es actitud ante la vida, en Trump es resultado de un proceso de afirmación de su personalidad, dónde cumplir etapas y consumar retos. El macho alfa no se analiza a sí mismo ni a sus exabruptos, Trump sí lo hace cada minuto, porque de ello hace depender sus negocios y sus ventas (la Casa Blanca es un activo más para su portafolio bursátil y es la tarima donde levantar su monopolio mercantil futuro). La carrera política de Trump es la prolongación de su carrera mercantil por otros medios. Actúa como perturbado pero no lo es, lo cual lo vuelve más peligroso. Trump es un tumor maligno en una sociedad enferma. Es un inspirador para los machistas pero también para las minorías: les inspira miedo. Y así se gana la calle, no una elección presidencial.

El macho vive cargando su sexismo. Trump vive gracias a su machismo: así obtiene utilidades, gana contratos comerciales, vence a la competencia y construye su imperio empresarial. El típico macho norteamericano se refleja en el espejo de Trump. Cuánta ingenuidad: Trump, como macho superdotado, no acepta amigos, ni colegas, ni compinches, sino rivales.

Un texano o californiano de clase media puede preparar un barbacue en su garage, e invitar (en su imaginación) a Obama, Bill Clinton e incluso George W. Bush. Con los tres la pasaría bien. Pero Trump sería pésimo comensal. El rey loco es un solitario y morirá en su trono desolado. Sin embargo, más de 40% de votantes le sigue siendo fiel. ¿Quiénes son los verdaderos orates en la campaña más virulenta y ridícula de la historia de EUA?

 

 

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