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2215 21 Octubre 2016

 


El otro cáncer
Adriana Garza

 

Buenos Aires.- En México, el cáncer de mama es la primera causa de muerte en mujeres: al año mueren 6 mil y se presentan 23 mil casos nuevos, lo que equivale a 60 nuevos casos por día. El 19 de octubre es la fecha en que se conmemora internacionalmente la lucha contra el cáncer de mama, el día se pinta de color rosa por todas partes.

Pero hay otro cáncer y todas somos vulnerables, la mayoría optamos por ignorarlo: la violencia hacía la mujer, este otro cáncer también nos está matando. Ese mismo que empieza con la discriminación sutil y que al igual que el cáncer de mama, no distingue entre ricas o pobres, deja víctimas de todas las edades y en muchos casos culmina en la muerte violenta de mujeres.

Aquellos casos que pasan casi desapercibidos día con día, solo unos cuantos logran trascender, por las noticias que saltan cada tanto en los medios que narran historias de mujeres abusadas y humilladas muchas de ellas cruelmente asesinadas y que se tratan de ocultar de mil formas.

Conocemos parte de la historia que se difunde con el título de crimen pasional y no como feminicidios, para que así sea más difícil llevar la cuenta. 6 mil mujeres se estima que murieron el año pasado a causa de la violencia y el 98 por ciento de estos casos quedó sin resolver. Eso sin contar las 15 mil denuncias por violación.

México ocupa los primeros lugares en abuso sexual, violencia física y homicidios de menores de 14 años. Este es el otro cáncer que no estamos tratando, el que queremos ignorar y hacer como que no existe, pensando que va a desaparecer de un día para otro, igual que el cáncer de mama y las mujeres que al encontrarse un bulto en el pecho dicen: se me va a quitar, ya pasará, pero no se pasa, y se instala.

México fue el primer país que aprobó en América Latina el plan para la erradicación de la violencia contra la mujer, desde el año 2006, pero yo no veo avances. Hace unos años, era Ciudad Juárez la que se encontraba en alerta de género, pero hoy, 10 años después, las cosas están peor. Hoy es Puebla, Estado de México, Guerrero, Michoacán y muchos estados más. Las cifras continúan aumentando y las acciones por parte del gobierno han sido poco efectivas.

En Nuevo León, desde hace más de un año está pendiente que se apruebe la creación de la Fiscalía de Feminicidios, al igual que en diferentes estados de la república. Y solo para ver que estas acciones no son suficientes para combatir el problema, es necesario erradicarlo todo.

Los primeros síntomas de este cáncer son los chistes que hacemos referentes a las mujeres, y de los que nos reímos todos, sin cuestionarlos, de tan normalizado que tenemos inculcada la violencia simbólica. Luego vienen los comentarios que utilizamos a diario, en donde las mujeres son claramente denigradas y que en muchos casos la violencia ejercida es de mujeres hacía otras mujeres, que son igualmente brutales, los comentarios como: gorda, fea, puta, zorra, abundan; encontramos también un sinfín de mensajes como: “pinche vieja, que se muera”, “que la maten…” Y no decimos nada, nos reímos, y seguimos. Así de enfermos estamos.

El cáncer de mama lo intentamos prevenir, nos educan para que nos hagamos revisiones mensuales, una o dos mamografías al año y los hombres ahora presumen que portan el moñito rosa y apoyan la lucha contra el cáncer, pero veo muy pocos hombres preocupados por la violencia y sus diversas expresiones hacia la mujer. En la marcha que participé en Buenos Aires, el día 19 de octubre, que reunió a miles de mujeres, que reclamaban convocada por mujeres por motivo de los feminicidios ocurridos también en este país de miles de mujeres, pero había muy pocos hombres presentes. Reconozco que estoy rodeada de muchos hombres que actúan más equitativo que muchas mujeres, pero no son todos.

La ligereza con la que tomamos los feminicidios y los transfeminicidios es también un claro síntoma de lo avanzado que está esta enfermedad; he escuchado opiniones diciendo que siempre ha habido feminicidios pero que ahora es una moda; ¿por qué entonces tardamos tanto tiempo –me pregunto– en visibilizarlo, en posicionarlo como tema urgente?; ¿por qué dejamos pasar miles y miles de asesinatos cada vez más brutales y perversos hacia las mujeres, en donde las huellas de tortura son claros?

A diario me repiten la misma frase: “ten cuidado”; lo que deja en claro mi vulnerabilidad como mujer, en esta frase que no se dice de la misma forma a los hombres. “Tener cuidado” es apurar mis pasos al caminar por las noches rumbo a mi casa, cambiarme de lugar porque me siento incómoda mientras viajo en el metro, andar cruzando de vereda en vereda con la intención de evitar cualquier situación en la que quede expuesta; yo por ser mujer tengo que andar con cuidado, a todas horas, en cualquier lugar, salir por las noches es un acto de valentía pero no de libertad. “Por tener cuidado” he dejado de hacer algunas de mis actividades, porque salir a la calle a hacer ejercicio y usar ropa “provocativa” es arriesgarme a ser objeto no sólo de miradas obscenas, sino también ser victima de acoso callejero, por aquellos hombres que lo confunden con el piropo y el albur.

“Tener cuidado” es dudar en encararlos y optar mejor por ignorarlos, naturalizar el acoso, aceptarlo, lidiar con ello, aguantar, seguir caminando y en la próxima cuadra encontrar a un señor con su hija de cuatro años dormida en brazos y al pasar junto a mí, soportar aquel susurro asqueroso en el oído; de aquella situación olvidé sus palabras, pero no se me olvida la imagen de aquel padre con su niña en brazos acosando mujeres en la calle, aquella escena me sigue dando vueltas en la cabeza; ¿se habrá preguntando aquel señor qué sucederá cuando su hija crezca?; ¿cambiará cuando su hija sea víctima de esta violencia, o seguirá siendo siempre el mismo acosador?

Ayer fueron Karla, María, Lucía, Bárbara y muchas más que perdieron la vida por el simple hecho de ser mujer, pero a diario miles de mujeres aquí en Argentina y en México, en todo el mundo, somos víctimas de la violencia y preferimos ocultarla. Hemos dejado que el cáncer se expanda. ¿Cuánto más vamos a seguir resistiendo esta enfermedad?

 

 

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