Nuevo modelo de negocio musical
Eloy Garza González
Monterrey.- Shazam es una plataforma para identificar la música de tu preferencia, cuando no conoces el título de la canción o el nombre del cantante. El año pasado se descargaron de esta aplicación un billón de búsquedas. 20 millones lo hacen diariamente.
En América Latina más de 25 millones de usuarios recurren a Shazam y que luego los canaliza a Spotify, un servicio en línea de streaming que reproduce música y con algoritmos detecta tendencias globales o regionales.
Shazam y su aliada Spotify han cambiado el paradigma musical, en la modalidad de streaming y al mismo tiempo tienden a minar y volver anticuado el modelo de negocio de los sellos discográficos y de las tiendas de discos en formato físico. Saharis y MixUp son ahora zonas fantasmas: ya casi no se para ningún cliente en sus sucursales.
Sin embargo, en el mundo digital, todo fluye y nada permanece. Shazam y sobre todo Spotify están cometiendo los mismos errores de soberbia que cometió el viejo modelo musical. Buscan la exclusividad de los artistas. Discriminan a los cantantes que han sido fichados por otras plataformas similares de streaming.
Los usuarios de Spotify, que ya se han convertido en clientes suyos, gracias a un manejo intenso de publicidad, migrarán tarde o temprano a los sitios pirata de descarga de canciones, donde no existe discriminación de artistas ni hay contratos de exclusividad. El acceso del usuario a Spotify o a YouTube ya no es ilimitado. Y al fragmentar el mercado, estas plataformas de streaming falsean sus Top Ten; sus listas de popularidad están incompletas. Operan como los arcaicas sellos discográficos que se creían amos y señores de lo que escuchaba la gente.
Una vez más la rueda del molino de la innovación gira y los usuarios comienzan a elegir otras opciones para descargar música, aunque no sean legales. Los piratas digitales dinamitan los nuevos modelos de negocio. Todo lo sólido se desvanece en el aire.