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2231 14 Noviembre 2016

 



Trump’s Style para hacer dinero
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Hay un estilo Trump de hacer dinero. Es un estilo desleal y desvergonzado, pero eficaz; un estilo lindante con la mafia. El flamante Presidente de EUA suele pararse sobre la delgada línea que divide la libre empresa de lo criminal. A menudo esta línea desaparece.

Trump no repara en pedir créditos bancarios sin garantía. Su prestigio basado en millones de dólares, su Plaza, sus casinos en Atlantic City, sus resorts, fueron su garantía en la década de los noventa. Con la salvedad de que estos bienes estaban técnicamente en quiebra.

Pero a los magnates gringos los rodea un aura de prestigio televisivo que se hace pasar por respetabilidad. Más con el presidente Trump. Su fama es su principal aval crediticio. Una deformación del sistema bancario de la principal potencia del mundo. Unas instituciones de crédito podridas, que veneran a charlatanes como Trump. Le conocen las mañas y le siguieron prestando una y otra vez. Es como tropezar intencionalmente con la misma piedra. Aconseja Trump: "conviene hacer las cosas del modo más complicado posible para que nadie entienda qué hiciste".

En aquellos años, Trump se declara prácticamente insolvente y saca una buena parte de sus recursos de las instituciones de crédito. Su vida es una divertida sucesión de deudas millonarias que por ningún motivo acepta pagar. Su lema es vivir endeudado para siempre. Aunque su reputación se dañe (cosa que lo tiene sin cuidado porque con un reality show vuelve a recuperarla). Los EUA es un pueblo sin memoria. El ahora presidente dejó de pagar en la década de los noventa más de 40 millones de dólares de puros intereses bancarios. También se negó a pagar cualquier tipo de deuda y se convirtió en el diablo en persona para sus acreedores y socios inversionistas. Los dueños de bonos del Trump Castle Casino perdieron en un par de días, sin explicación alguna, más de 40 millones de dólares. Un perfecto desgraciado.

Gracias a su condición de celebridad –aparición en la WWE, presencia frecuente en televisión y radio y en las portadas de las revistas de sociales–, anunció su insólita conversión en imagen como exclusivo sujeto de crédito. Obvio, en el camino de tantas pillerías financieras perdió propiedades, por ejemplo, las gigantescas torres gemelas de West Palm, Beach, en Florida. De igual forma perdió el Trump Princess, su yate de 84 metros de eslora. Por pura táctica perversa, vendió sus acciones del Grand Hyatt de la Calle 42 a los Pritzker, 18 de Chicago, por 142 millones de dólares, aunque de la venta apenas se quedó con 25 millones de dólares. Pero a Trump no le importa deshacerse de bienes materiales, si gana en liquidez para sus siguientes negocios. En esa estrategia de los años noventa, Trump se quedó finalmente con una fortuna personal de 450 millones de dólares, según Forbes, aunque él alardeaba que tenía en sus bolsillos más de dos mil millones de dólares. Eso le permitió adueñarse de la mayor parte de la cadena televisiva CBS y por tanto de los concursos de belleza Miss USA, Miss Teen USA y Miss Universo. A todos estos certámenes los bañó de lodo y de desprestigio.

El presidente de EUA es un loco presumido en su apariciones públicas, pero un tramposo en sus transacciones comerciales: un perdonavidas que sabe usar a la perfección ambas cachuchas; fanfarrón en público, defraudador en privado. Esa condición es su único aliciente de vida, el único narcótico para un hombre que por otra parte no toma alcohol ni café, no fuma y se levanta disciplinadamente a las 5:00  am, incluso los domingos.

Trump no tiene la buena imagen del negociador, sino que negocia usualmente con su imagen. Ese es el único arte de una vida entregada a la especulación inmobiliaria y en pedir prestado para no pagar ni el capital ni los intereses.

Gran ejemplo para una sociedad sin rumbo, que perdió la brújula de la dignidad.

 

 

15diario.com