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2237 22 Noviembre 2016

 



Reflexiones y acciones por la infancia
Lupita Rodríguez Martínez

 

Monterrey.- Aunque en México el Día del Niñ@ es cada 30 de abril, no debe pasar desapercibido que el 20 de noviembre es el Día Universal de la Infancia, por acuerdo de la ONU, para conmemorar la aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niñ@ de 1989, el más universal de los tratados.

Su objetivo es hacer realidad lo dispuesto por la Declaración Universal: “La niñez gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin, la consideración fundamental será el interés superior del niñ@”.

México y Nuevo León ya inscribieron el principio del interés superior de la niñez en la Constitución y en sus leyes, así como las obligaciones establecidas por la Convención, incluidas las relativas a la vida, a la salud, a la educación y a jugar, además del derecho a la vida familiar, a estar protegidos de la violencia, a no ser discriminados y a que se escuchen sus opiniones.

En manos de madres y padres, maestras y maestros, doctores y enfermeras, autoridades y activistas, así como de religiosos, empresarios y periodistas, está el promover el bienestar de la infancia. Todos juntos tenemos mucho por hacer para garantizar que sus derechos se cumplan y, sobre todo, por quienes nacen y viven en situación de mayor vulnerabilidad.

De frente a las interrogantes de: ¿Qué condiciones deben darse para que las niñas y los niñas sigan adelante con sus vidas a pesar de las adversidades? y ¿Qué se puede hacer, desde el sector público y privado, para garantizar que tengan un desarrollo temprano de la mejor calidad para llegar a una adultez plena y productiva para sus familias y comunidades?, Ferdinando Regalia, jefe de la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), propone tres reflexiones y acciones, a la vez.

1.- Construir la resiliencia: la resiliencia es la capacidad que tiene una persona de sobreponerse a circunstancias traumáticas. Las madres, padres y cuidadores son los que desarrollan la resiliencia en la crianza diaria del niñ@, pues no es algo que se lleva en los genes, es algo que se construye a la lago de la vida, genes, desde la infancia temprana. Es crucial el cuidado cariñoso y sensible a las necesidades del niñ@, especialmente en los primeros años de vida. Esto garantiza que inicien sus vidas en un ambiente estable con interacciones y relaciones cariñosas. Es más, la ciencia lo identifica como un factor esencial para adquirir y construir resiliencia. En América Latina y el Caribe estas iniciativas públicas y privadas se están multiplicando, no obstante existen todavía grandes retos de cobertura y, sobre todo, de calidad.

2.- Asegurar el acceso a intervenciones de salud preventiva de alto costo-beneficio: A pesar de los grandes progresos logrados en las últimas dos décadas en materia de cobertura de vacunas, aún persisten disparidades regionales como consecuencia de: recursos limitados, prioridades sanitarias concurrentes, gestión deficiente de los sistemas de salud y, seguimiento y supervisión inapropiados. La cobertura de salud preventiva dirigida a la niñez se agudiza en las áreas con mayor concentración de pobreza y de más difícil acceso. Aún en el contexto de ajuste fiscal que muchos países de la región enfrentan, el acceso efectivo a la salud debe de blindarse y es necesario que las autoridades realicen esfuerzos constantes de información y educación para las familias y cuidadores sobre cuán indispensable es prevenir la salud.

3.- Reconocer y responder a las necesidades especiales: En principio, para que una niña o un niño con algún tipo de discapacidad cuente con las mismas oportunidades que sus pares, debe reconocerse que tanto el, como su familia, tienen necesidades comunes al resto de la población, además del apoyo y cuidados especializados que necesitan dependiendo de su discapacidad. La prioridad de las políticas públicas de cuidado, aún aquellas de corte universal, deberían ser las familias en condiciones de mayor vulnerabilidad. A pesar de los importantes avances, este es el espacio donde mayores brechas existen en América Latina y el Caribe y uno de los mayores frentes de “batalla” para asegurar sociedades inclusivas.

Una mejor condición de la infancia se alcanzaría si se universalizara la educación temprana de 0 a 3 años de edad, etapa fundamental para lograr un desarrollo integral y armónico, a través de intervenciones de calidad e inclusivas, para que a futuro sean más productivos, realizados y felices.

Con estas reflexiones hagamos que cada 20 de noviembre sea un día de celebración para la infancia, pero de muchas acciones por sus derechos.

 

 

15diario.com