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2248 7 Diciembre 2016

 



Mujeres y poesía
Eligio Coronado

 

Monterrey.- Deshojando el árbol de la poesía femenina contemporánea que este libro constituye, notamos cuánto ha madurado este género. Y su riqueza se nota en la diversidad de voces que lo componen. No sólo por las nacionalidades en cuestión (España, Argentina, Chile, Guatemala y México), sino por las sensibilidades y pasiones que han detonado estos cantos.

No hay poetas varones en esta antología (Mujeres poetas por la paz*), pero los temas, tonos e intenciones volcadas sobre sus páginas hacen que no los extrañemos. Al contrario, ¿podrían ellos alcanzar estos registros?:
“¿A qué sabe la lluvia? / A (…) / Labios de mar, afirma el seductor. / (...) / Vino blanco, alucina la metáfora” (Adriana Cisneros Garza, de Monterrey, p. 13), “La mujer que pasó / noches enteras / velando mi sueño, / se fue. / (…) / el amor de mi vida, / mi madre querida, / se fue” (Carmen Domínguez Flores, residente en Monterrey, p. 38), “Me festejo por ser mujer / (…) criatura misteriosa / compleja / lúcida” (Esther Téllez, p. 55), “En la medianoche estrecha / de la habitación sin aire / he soñado con mi padre” (Mónica Inés Flores, de Argentina, p. 109), “Supe que era tiempo de desprenderme de ti / Cuando ya no me dolió tu recuerdo” (Karen Robledo, p. 75), “Mi poema (…) / (…) un perro que llora porque se siente abandonado” (Alina Velazco-Ramos, p. 15), “Un escalofrío recorre / la vértebra del mundo” (Elvira Mora, p. 50), “aunque suene insensato / (…) / tal vez el amor sea la única verdad que florece” (Norma Zamarrón, p. 119), “En la caverna que habitamos / no cabe nadie, eso nos libera / de acariciar otros fantasmas” (Estela Guerra, p. 53), “Lunas atraviesan el vaso de vino” (Rocío Olvera, p. 132), “Si no fuera yo, me gustaría ser un delfín, un árbol, un colibrí, / un cuerpo espigado en infinita danza” (Eurídice Román, p. 58), “A oscuras el tiempo esparce / polilla, limpiemos el polvo / de sus hermosos huesos” (Caissa Janix, p. 34), “Sobre la almohada he dejado rosas negras de piedad. / Tal vez en la madrugada perfumen mi soledad” (María Rosa Rzepka, de Argentina, p. 97), “Queda prohibido / (…) echar un ojito / Por la rendija de mi corazón” (Josefa Salinas, p. 74), “El espanto no es la muerte, / El espanto es estar vivo” (María Teresa Figueroa, p. 99), “Las pocas veces que me he enfermado de esperanza, / me he aliviado pronto” (Luisa González, p. 79), “Le canto a la sustancia y a la vida / que siempre comienza entre las piernas” (Carmen Mateu, de Argentina, p. 39).

¿Cómo entender la poesía femenina? Podríamos empezar por abatir el egoísmo que nos caracteriza y acceder a la evidente epifanía de espíritus más perceptivos y emotivos que los nuestros: “Las poetas tenemos un poco de la locura celeste de las ninfas” (Yolanda Gudiño, p. 153), “Acaricio la cordura / mientras duerme, suspendida / en el hilo de mi llanto” (Melisa Cosilión, p. 106), “si naciste poeta / la sentencia será: / ¡Vivir intensamente / y escribir con pasión!” (María Rosa Muñoz, p. 94).

* Varias autoras. Mujeres poetas por la paz. Antología 2016 (del) XXIV Encuentro Internacional (de) Mujeres Poetas en el País de las Nubes. Oaxaca, Oax., Secretaría de las Culturas y las Artes del Gobierno del Estado de Oaxaca, 2016. 157 pp. (Colec. Vidzu.)

 

 

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