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2262 27 Diciembre 2016

 

 

ANÁLISIS A FONDO
El Papa que la iglesia necesitaba
Francisco Gómez Maza

 

Ciudad de México.- No se preocupe, señor Papa Francisco, tocayo de otro gran reformador fundamental para la estructura clerical del Vaticano, mi querido tocayo Francisco de Asís, el primerísimo cristiano después de Cristo. Mi señor Papa, dice el escritor alemán Herman Hess, que para construir un nuevo mundo hay necesariamente que destruir el mundo anterior.

Y esto es doloroso porque hay mucha gente que no lo acepta. Está tan acostumbrada al confort, a lo fácil, a las trampas de la fe, a los pecados aceptados, tantos pecados graves que se ocultan en los apartamentos curales de Vaticano desde hace miles de años. El primerísimo que estaría de acuerdo con Su Santidad sería el mismo Jesús, que no vino a fundar ninguna iglesia, ninguna estructura y que corrió del Templo de Salomón a los usureros y mercaderes que lo habían convertido en cueva de ladrones. Así imagino que es la Curia Romana, una cueva de ladrones que alguien tiene que sacar de ahí a latigazos como lo hizo Jesús con los explotadores del Templo de Jerusalén.

La iglesia católica, mi señor Papa, no fue fundada por Jesucristo, sino por el emperador Constantino ante la caída de la mitología latina d dioses de piedra. Qué tiene que ver Jesús con estructuras, si se manifestó como un rebelde contra toda ley aprobada en el Senatus bajo la inspiración de un emperador que estaba seguro que era dios en la tierra, y por senadores a modo. Él no tenía ningún interés en crear una estructura. La iglesia que él imaginaba era una reunión de pobres, muy pobres, como los hay en la actualidad, y que no son bienvenidos en muchos centros ceremoniales católicos porque afean, inundan de malos olores los recintos, y sólo significan una carga. Si usted, querido Papa, pudiera establecer su pontificado en la parroquia más pobre de roma muchos que se fueron de la Iglesia retornarían, sobre todo sacerdotes que optaron por el matrimonio y que están dispuestos a seguir sirviendo a los pobres desde la iglesia romana, pero reformada como lo quería mi querido agustino Martín Lutero, a quien le favorecía toda la razón humana y divina cuando criticó los graves pecados de una institución que se decía (mentirosamente) que estaba fundada por Jesús nazaretano que fue clavado en una cruz no para salvar a la humanidad sino para cambiar el estado injusto de cosas en que vivía el pueblo judío. Acuérdese que Jesucristo no fue asesinado por cristiano. El no fue cristiano, sino por subversivo.

Hay curas pederastas y pedófilos que están convencidos de que el voto de castidad es una payasada y mantienen relaciones sexuales, unos con mujeres, otros con  mujeres y hombres a la vez, y los más desgraciados, con niños. A estos últimos habría que ponerles una rueda de molino al cuello y lanzarlos en alta mar para ser comida de los monstruos marinos.

Hay curas que se dedican a enriquecerse a costa de los creyentes que ponen buenas séptimas en el sombrero o en la charola que pasa el sacristán a la hora de los oficios litúrgicos. Hay obispos que se sienten reyes o virreyes. En España haya muchos ejemplos de obispos que quisieran a alguien como Francisco Franco, y sobre todo la buscan una interpretación mañosa y una práxis muy laxa de los principios que la iglesia católica proclama al arbitrio de sus intereses muy personales y muy lujuriosos, entendiendo lujuriosos como una vida de excesos en todos los asuntos, no sólo lo sexual.

Hay obispos que se alían con los poderosos de este mundo tan sólo para hacer negocios, pingües negocios.

Y a nadie le interesan los pobres, que son miles de millones en el mundo, y a nadie le interesan las violaciones y asesinatos de mujeres y niños, y a nadie le interesan las violaciones a los derechos humanos de los migrantes, de los que tienen que irse forzosamente de sus pueblos originarios en busca de oportunidades de vida. Tantas cosas que haya que cambiar en la estructura clerical, que por supuesto a muchos grupos de cardenales y obispos no les gustará su actuación, como no gustó la actuación de los grandes reformadores, como San Francisco de Asís, que afortunadamente tenía la simpatía del Papa o de los grandes reformadores encabezados por mi querido Martín Lutero y otros que se fueron por satisfacer sus instintos personales con el rey de la Inglaterra,

No se me raje, Papa Bergoglio. Usted es la persona ideal, dicen que puesta ahí por el Espíritu Santo (debo confesarle que yo no creo mucho en eso), para por lo menos dar testimonio de que la estructura clerical de la iglesia católica requiere un profundo cambio, una destrucción como la que habla Hess. Y si no les gusta, que se vayan y que formen un negocio como tantos que han creado curas destripados que sólo buscan el enriquecimiento personal gracias al engaño a fieles que no fueron atendidos en el seno del catolicismo.

No, Papa, no se sienta mal. Usted es el que está bien. Usted es el que está trabajando por la unidad de la iglesia. Los obispos y sacerdotes que no quieran unidad que se vayan. Las puertas de la iglesia están abiertas para los que quieren trabajar por el reino de justicia y amor, Los otros pueden salir a la hora que lo deseen, Felicidades, Papa Francisco. Me gusta lo que está usted haciendo en la iglesia. Ya lo habría hecho Juan XXIII pero no tuvo tiempo. Hágalo sin miedo, Jorge, Por favor. Yo se lo voy a gradecer mucho. Y millones conmigo también. Debo confesarle que antes de que usted llegara yo ya no le creía ni a los papas ni a los obispos, ni a los sacerdotes, a pesar de tener un gran maestro, que alguna vez debería usted de declarar uno de los más grandes santos de la iglesia: don Samuel jTatic Ruiz García, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas,

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