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2280 20 Enero 2017

 

 

El poderoso sale de paseo
Eloy Garza González

 

Monterrey.- Hoy tomará protesta como el 45 presidente de EUA, y según las encuestas, ya la imagen de Donald Trump se desplomó por los suelos. Los conflictos diplomáticos con China, la controversia de su curiosa relación con Putin, el choque frontal con la BMW, sus desplantes en Twitter, le bajaron sus bonos ante el pueblo.

Su caso es el opuesto a una curiosa anécdota de Benito Mussolini. Cuentan que el Duce, una noche aburrida, se caló un sombrero de ala ancha hasta los ojos, para pasar desapercibido, y salió solo a pasear por las calles de Roma. Entró a una sala ambulante con un cinematógrafo. Y ahí vio las imágenes del noticiero: Mussolini como héroe, en tanques enormes, en mítines masivos, subiendo a un avión de guerra, en una lancha con motor, arengando a las tropas, luciendo su camisa negra.

Al momento en que el Duce aparecía en la pantalla, los presentes se ponían de pie, aplaudiendo a rabiar. La única persona del público que no se levantó a aplaudir fue el propio Mussolini, desacostumbrado a ovacionarse a sí mismo. De manera que se quedó sentado, inmóvil.

A su lado, un hombre modesto se levantó aplaudiendo con solemnidad, pero vio de reojo cómo el tipo del sombrero de ala ancha permanecía sentado, sin ganas de incorporarse. Entonces, el hombre modesto se le acercó muy atento, muy caballeroso y con voz baja le dijo: “la verdad, señor, yo pienso igual que usted, pero más nos vale levantarnos”.

Imaginemos a Donald Trump una noche, saliendo de la Casa Blanca, a escondidas del servicio secreto. Se cala un sombrero de ala ancha sobre el copete platino, para que nadie lo identifique. Pasea anónimamente por las calles de Washington.

Se acerca a un templete donde un orador de la nueva derecha (alt-right), arenga a los paseantes. La gente lo mira con desconfianza. En su discurso, el orador ensalza las virtudes de Trump, su capacidad para volver a hacer grande a América, su visión de estadista, su voluntad férrea de poner en su lugar a China, a los mexicanos criminales y violadores, a la CIA que se asemeja a la Alemania nazi, a los terroristas que son todos los árabes.

Termina el orador, nadie le aplaude. Solo el viejo del sombrero de ala ancha aplaude a rabiar y se ovaciona a sí mismo. No puede Trump mantener por mucho tiempo el juego del anonimato. Va contra sus principios de protagonismo.

Como puede verse, hay de fascismos a fascismos. Físicamente, temperamentalmente, Mussolini y Trump pueden ser muy parecidos, pero nadie supera en egolatría, imprudencia y vanidad a Donald Trump. Ni siquiera el pobre Duce de Italia, que acabó muerto y colgado boca abajo de un gancho de carnicero.

 

 

 

15diario.com