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2289 2 Febrero 2017

 

 

INTERÉS PÚBLICO
Suma positiva
Víctor Reynoso

 

Puebla.- Hace algunos años Robert Wright, prestigiado profesor de la Universidad de Princenton, publicó el libro Nonzero. Sus planteamientos pueden servir para entender la relación entre nuestro país y Estados Unidos, y podrían ser la base de los argumentos de nuestra nación y de nuestro gobierno frente a muchas de las amenazas de Donald Trump.

El punto de partida de Wright es la distinción en los tres tipos de juegos en que se pueden clasificar las interacciones humanas: de suma cero, de suma negativa, y de suma positiva. Hay suma cero cuando lo que gana una parte lo pierde la otra. Los juegos deportivos son un ejemplo claro: en el box por ejemplo, en cada pelea hay un solo ganador. Uno gana, otro pierde: uno menos uno: tenemos un juego de suma cero.

Pero hay ocasiones en que las dos partes pierden. Un divorcio catastrófico, de largos años de duración, pagos a abogados, pérdida de tiempo y de bienes, daño psicológico mutuo y para los hijos: sumando lo que gana y lo que pierde cada parte el resultado queda en negativos. Todos pierden.

Hay también sumas positivas: las dos partes ganan. La compraventa de bienes y servicios es un ejemplo cotidiano. El médico que necesita un ingreso y el paciente que requiere un diagnóstico o tratamiento: se da la consulta, el primero gana dinero y el segundo obtiene el diagnóstico y las indicaciones para superar su malestar. El restaurantero requiere el dinero de sus clientes, y los clientes que requieren el servicio de comida: si todo sale bien, todos ganan, la suma es positiva.

La actitud de Trump hacia nuestro país es como si las dos naciones tuvieran juegos de suma cero, y México fuera ganando. Según el discurso del presidente norteamericano México gana y Estados Unidos pierde con la migración de mexicanos hacia ese país, con el tratado de libre comercio, con las inversiones estadunidenses en territorio mexicano.

Vistas las cosas con más cuidado, si estos fenómenos han existido por lustros, es porque ambas partes ganan, porque finalmente las sumas son positivas. Sin esa lógica el Tratado de Libre Comercio hubiera sido una estupidez. La mano de obra mexicana en Estados Unidos favorece no solo a los trabajadores mexicanos, sino a las empresas y hogares que emplean esa mano de obra. El comercio resultado del TLC favorece a los consumidores de los tres países (disminuyen los precios) y a los productores más competitivos (venden más, y en mejores condiciones). La inversión de empresas norteamericanas en México les permite mantener su competitividad frente a empresas europeas y asiáticas, y genera fuentes de trabajo en nuestro país.

Por supuesto que las cosas son más complejas. Aunque el resultado global sea de suma positiva, hay perdedores. Muchos productores de frutas y legumbres en Estados Unidos desaparecieron al no poder competir con los mismos productos hechos en México, mejores y más baratos. Muchos industriales mexicanos también, por causa análoga. Pero lo que importa es el resultado global. También un acuerdo comercial mal hecho puede dañar las sumas positivas y hacerlas negativas.

No solo Trump se comporta como si la relación entre su país y el nuestro fuera de suma negativa. Muchos mexicanos, en los medios y en comentarios privados, también. Fue corriente escuchar en estos días sobre el resultado del “primer round”, como si estuviéramos en una pelea de box y no en una relación comercial y política entre países vecinos.

Extraña sobre todo que el gobierno mexicano no haya enfrentado los dislates de Trump con argumentos centrados en las sumas positivas que ha habido y puede seguir habiendo entre los dos países. Más que enfrentar al gobierno norteamericano, apelarían a los amplios sectores de la sociedad norteamericana (consumidores, productores, usuarios de servicios de nuestra mano de obra...) beneficiados por nuestra vecindad. Una diplomacia clara, positiva y propositiva, basada en argumentos.

“Estados Unidos no tiene amigos: tiene intereses”: los argumentos basados en las sumas positivas son válidos incluso frente a esta tesis, teñida de cinismo.

Robert Wright no escribió su libro pensando en la relación entre su país y México. Su visión es mucho más amplia: histórica, antropológica, psicológica, incluso espiritual. Pero aplica al caso, y hace más evidentes los disparates de Trump.

 

 

 

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