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2338 12 Abril 2017

 

 

Mentiras y gobierno
Samuel Schmidt

 

Austin.- Mal hace la Procuraduría General de Justicia en tratar de reclamar crédito por la detención de Tomás Yarrington, ya que al parecer fue Estados Unidos quién le solicitó a Italia la detención y de paso proveyó la información conducente. ¿Le pagarán a Estados Unidos los 15 millones ofrecidos a quién proveyera información para la detención?

¿Para qué mentir y correr el riesgo de que los muestren públicamente como mentirosos? Es posible que piensen en el refrán que dice: “palo dado ni dios lo quita”, aplicado a la noción de que una vez publicada una noticia la gente se convence de que es verdadera, pero en la época de la posverdad, hay muchos medios para confirmar la mentira, así que la ganancia se convierte en gran perdida, y el boomerang regresa un doble palo que, ni dios lo quita.

La Ciencia Política encontró una forma de calificar la tendencia de los políticos a decir verdad o cumplir lo que ofrecen con el término demagogia, o sea, el hecho de ofrecer algo que de antemano se sabe no se podrá cumplir, pero de ahí a mentir abiertamente hay una gran distancia. No sorprende que en las campañas electorales los políticos prometan bajar el cielo y las estrellas.

Legendario fue el candidato uruguayo que prometió que todas las calles serían de bajada para ahorrar gasolina, o que de todos los grifos saldría café. Ese ingenio se compara con el candigato, o con el burro Chon que se paseaba por las calles de Ciudad Juárez, tal vez porque sus rebuznos se equiparan a muchos de los discursos políticos, por lo menos en contenido.

¿Hasta qué punto creen los políticos que la gente sigue creyendo sus promesas o mentiras? O será que en la posverdad llegamos al punto en que no les preocupa ser creídos?

¿Qué debemos pensar cuándo el presidente de la república (minúsculas deliberadas) nos dice que no recibió la Casa Blanca como compensación por los servicios prestados a un constructor; cuándo su secretario de hacienda dice que la casa de campo que compró del mismo constructor fue pagada con un salario bien ganado.

Cuándo el gobernador de Chihuahua declara propiedades con información alterada pero no dice de dónde salió el dinero para comprarlas; cuándo un gobernador envía decenas de millones de pesos y nos dice que eran para una feria; cuándo la PGR decide ocultar información sobre el escándalo de soborno de la constructora Obedrecht?

 La lista puede ser interminable, aunque manifiesto que me sorprende no encontrar diputado que termina sus tres años de gestión en la misma condición económica en que entró, ya no hablemos de senadores, presidentes municipales o gobernadores.

Una vez alguien me dijo que la presidencia municipal de Ciudad Juárez debía producir 10 millones de dólares en tres años, y los hay que salieron con más que eso. Le pregunté a un ex alcalde cuánto le produjo la presidencia municipal porque entró quebrado y salió boyante y me acusó de atacarlo.

Un senador aprovechaba el fuero para contrabandear pigmentos para su fábrica de pintura.
Me dirán que es corrupción y lo es, pero está directamente relacionada con la mentira, porque tienen que mentir para ocultar el origen de la riqueza, ya que como dice el refrán: dos cosas no se pueden ocultar, la riqueza y la pendejez. Y nuestros políticos son todo menos pendejos, por eso, o por sus complicidades, no los agarran.

Una vez en el pleno de la Cámara de Diputados un diputado espetó: Queremos que regrese Raúl Salinas, el sólo pedía el 10% y ahora piden el 30%. Así resulta que ya extrañamos a los buenos corruptos que eran buenos mentirosos.

La colusión gubernamental con el crimen y los políticos que se comportan como auténticos criminales ha hecho evolucionar el discurso político para que sea cada vez más mentiroso, al grado que como buenos megalómanos, los políticos terminan creyendo sus propias mentiras.

En una ocasión Echeverría inauguró un pozo, abrió la llave y brotó agua cristalina. Terminó el mitin y se llevaron la pipa oculta detrás de una loma que proveía el líquido. Los políticos creen que las rutas remozadas en las ciudades que visitan en realidad muestran el avance urbano.

Para Peña las reformas funcionan, la economía crece, la gente paga impuestos feliz de la vida, la educación avanza, y el petróleo seguirá sacándonos del atolladero. No importa que la realidad los contradiga, a final de cuentas bien dice el principio de Procusto: si la realidad no se ajusta al discurso político, que se joda la realidad.

 

 

 

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