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29 de julio de 2010
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MUROS Y PUENTES

Crece el odio en la frontera

Raúl Caballero García

 

Redacto estos apuntes antes de verse si entra o no en vigencia la ley SB1070 en Arizona. Pero es un hecho que el odio contra los inmigrantes ya se ha exacerbado entre los grupos extremistas. Se apruebe o no la SB1070, es un hecho que un gran porcentaje de la población nacional aprueba esa ley, lo que no quiere decir que a ese segmento entero lo mueva el odio, pero ¿quién puede decir que en la motivación del rechazo no se mueva un sentimiento xenofóbico? Ciertamente la SB1070 se ha convertido en un nauseabundo caldo de cultivo para ello.

 

La economía que no despega, el cíclico ardid electoral republicano de arremeter contra chivos expiatorios de culpas y (últimamente acentuado contra los inmigrantes indocumentados), el desempleo, o la razón que sea; la justificación nunca falta, el caso es que esta vez las cosas han llegado demasiado lejos. Existe en la frontera un clima de persecución. País adentro hay una fobia que aumenta. Se distribuyen ilegalmente “listas negras”, se niegan derechos civiles, se niegan viviendas, el gobierno no frena las deportaciones y cada día se caldean más los ánimos. Aparecen nuevos grupos antiinmigrantes o nuevos miembros en esos grupos que se rigen con la xenofobia y el racismo. Todo contra los inmigrantes mexicanos que en resumidas cuentas ¡sólo vienen a trabajar para vivir mejor!

 

La SB1070 ya ha institucionalizado esas feroces acciones contra los inmigrantes, día a día ha venido abriendo brecha para los grupos antiinmigrantes y, de volverse legislación vigente, se convertirá en amplio camino sin obstáculos para el racismo.

 

Se institucionaliza el odio. Estremece constatar que otros estados promueven legislaciones similares. La jueza Susan Bolton, la jueza federal de la Corte de Distrito a quien le fueron transferidas las demandas contra la SB1070, con su decisión marca una senda para la nación. Sin embargo, por encima de su fallo es un hecho que dos polos opuestos han intensificado las diferencias que los caracteriza: el pánico entre los inmigrantes vulnerables gradualmente aumenta y, por el otro lado, la aversión fecundada en medidas como la SB1070 se expande propiciando crímenes de odio.

 

Son tiempos decisivos, aparece una incisión en el país, es crucial que todos los actores políticos se percaten del peligro que desata este clima antiinmigrante (¿debo decir antimexicano?), los legisladores demócratas deben ver más allá del miedo de perder sus curules y los republicanos deben aceptar de una vez por todas que la inminente realidad de los Estados Unidos tiende a ser mestiza y nada la cambiará.

 

Pero para redondear el primer párrafo antes de que se me acabe el espacio, quiero señalar que ya en marzo de 2008, el Southern Poverty Law Center (SPLC) —que rastrea grupos racistas y asociaciones con doctrinas de supremacía blanca— había detectado que en 2007, alrededor de 888 grupos operaban en todo el país.

 

Hoy el “Mapa del Odio” en la geografía de los Estados Unidos que esa organización mantiene en su sitio web (splcenter.org), expone que ha contabilizado 932 grupos de odio activos. Y muchos más de la mitad (602) son grupos racistas —reconocidos o autonombrados como cazainmigrantes— que están en acción a lo largo de la frontera con México, principalmente en Texas y Arizona.


Y es en Arizona donde se da el mayor número de atentados contra mexicanos y centroamericanos que cruzan la frontera sin documentos; atentados realizados por rancheros que se consideran Guardianes de la Frontera (así se llama el grupo que tiene lazos con otros de corte neonazi y con el propio Ku Klux Klan), revela el SPLC.

 

Esos grupos están además armados, y en el colmo de la complacencia, hasta el momento las autoridades no han hecho nada para impedir que ataquen a los indocumentados; así conferidas las palancas del odio, tienen pues permiso para cazarlos.

 

Escritor y periodista regiomontano.

Director editorial de La Estrella en Casa y La Estrella Digital, en Dallas/Fort Worth, Texas.

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