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14 octubre 2010
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MI FILIA POR LA FIL
¿Nazis en la calle Juárez?

Luis Valdez

Los ires y venires de la calle Juárez
Martes 12 de octubre. Hay cosas inverosímiles en una Feria del Libro. Por ejemplo, llegar media hora antes a una presentación sobre la calle Juárez y saber que aunque es un libro de historia, te le has adelantado. Otra es que te desesperes por estar frente al área de cafetería sin una moneda para una Coca Cola y prefieres ir a lastimarte más al stand del Fondo de Cultura Económica. Uno decide regresar a la Sala D justo a la hora en que presenten el nuevo libro de Pedro de Isla, Del Roble, Juárez y… qué caraj… ¡Hay fila afuera de la puerta!

Apenas me detengo a pensar si entrar o no (odio las filas) y distingo una pared de tablaroca en la que hay una pinta que dice: NUNCA HE VISTO NADA COMO TUS OJOS. Acción Poética.

Y la fila es porque hay varias personas esperando a que Armando Alanís les firme un autógrafo. El año pasado la Feria del Libro regalaba unas postales en la puerta de entrada y las personas en lugar de proponer una frase para que el poeta la escribiera en una barda de la ciudad, optaba por llevársela para que la autografiara. “Pero el año que viene Acción Poética cumple 15 años, y hay que preparar algo muy bueno”.

El libro de Pedro de Isla, reconocido narrador, que ahora es publicado por la UANL, es una serie de crónicas en torno a la historia de la céntrica calle Juárez. Capitula diversos puntos de la historia urbana de Monterrey, antes de la balacera de hace una semana en la esquina de Juárez y Morelos. El autor está sentado a un lado de Gabriela Cantú, quien hace algunos comentarios sobre el contenido (“Estamos ante una crónica, pero con construcción de personajes, cuentos, una bitácora, que invitan al lector a sentirse identificado…”) y con su estilo de conductora de tv, le pregunta por sus fuentes de información y echa flores a los fotógrafos.  Pedro de Isla aprovecha para agradecer a Erick Estrada Bellman, que toma fotos a un lado de la primera fila. Gabriela Cantú suelta un formal “felicidades”, a lo que el hombre de la cámara responde con un gesto de cortesía, pero una mirada de “no es mi libro, y ni que estuviera cumpliendo XV años”.

El autor intenta responder a las inquietudes básicas de la presentadora, al más puro estilo de invitado en un programa de revista, pero de improviso se detiene. “Mis hijas me están haciendo gestos”.
 Mira fijamente a sus dos hijas que se cuentan algo gracioso entre ellas. “Mis primeras memorias de la calle Juárez empezaron por la calle de mis abuelos en Aramberri, y luego todo se fue juntando con otras historias”.

-¿Y la información para el libro? –Insiste Gabriela Cantú.
-Tuve varias fuentes. Jorge Villegas me contó algo sobre la primera iglesia bautista, un cuento de Mario Anteo sobre el centro de la ciudad, y luego supe que Jaime Palacios hizo un trabajo sobre la calle Juárez.

La necesidad de indagar los recovecos de las anécdotas del libro orillaron al escritor a irse más atrás, a contar que su abuelo llegó a Monterrey en una carreta y de ahí que el libro esté dedicado a cuatro generaciones de Pedros de Isla. Enumero: Pedro de Isla González, Pedro de Isla Treviño, J. Pedro de Isla Martínez y Pedro de Isla López.

Lean ustedes el libro (Del Roble, Juárez, UANL) y elijan su Pedro de Isla favorito.

Los nazis en Monterrey
Martes 12 de octubre. Juan Alberto Cedillo estaba obsesionado con León Trotski y deseaba fervientemente escribir un libro sobre su asesinato en México. ¿Por qué en México? ¿Realmente para quién trabajaba el español que se lo escabechó?  Le llamó la atención que Trotsky, al escribir para el periódico Excélsior sobre el atentado que sufrió (ahora sabemos que fue el pintor David Alfaro Siqueiros), declara que estuvo involucrada la Gestapo. Otra suerte fue que el autor se encontrara en Washington justo cuando Estados Unidos decidió desclasificar documentos de la década de los años 40 y 50.  ¡Justo los años de la segunda Guerra Mundial! “Entonces me empiezo a dar cuenta de que los nazis desde México llevaban materia prima y ejecutaban sabotaje industrial”.

Así es. Alemania compraba a México el petróleo que Francia e Inglaterra le quería bloquear.  Incluso se diría que la Alemania nazi y la Italia de Mussolini salvaron a Pemex.  En México se adoraba a Alemania, al punto en que en los cinenoticieros que ponían antes de cada película, el público aplaudía los triunfos del ejército alemán y abucheaba a Inglaterra.

“Este libro (Operación Pastorius) está más maduro que el presentado en el 2007, por el Premio Mondadori. Había dejado muchos documentos pendientes, aunque yo ya tenía diez años investigando por qué México le interesaba a Hitler”.

En vista de que Hitler y Mussolini compran petróleo mexicano para su fuerza aérea, Lázaro Cárdenas comienza a limitarles la venta. A partir de ese momento la Alemania Nazi decide mandar un grupo a México. Espías que vigilan de cerca los movimientos de Estados Unidos. A Europa también le interesaba el mercurio mexicano, al punto de que submarinos alemanes llegaron a Tampico, Veracruz y Tabasco.

“El libro (Operación Pastorius. La historia del espionaje nazi desde Monterrey) recoge todas las actividades de este grupo conformado por fascistas y mexicanos de padres alemanes, que aunque se involucraron en el escenario de la Segunda Guerra Mundial, era imposible que tuvieran conocimiento del exterminio de judíos en campos de concentración.

Instalan una antena en la calle Pino Suárez entre Arteaga y Carlos Salazar, y crean un pequeño ejército que se entrena en Monterrey, con 150 hombres para espionaje industrial, teniendo como punto clave de la misión la llegada de dos submarinos (con 11 tripulantes cada uno) a Florida y Nueva York”.
Incluso en los documentos desclasificados por Estados Unidos, se menciona la Quinta Columna Nazi en México, conformada por políticos, empresarios y figuras públicas. Fue en esos años en que visitaron México Errol Flynn  (quien además de ser el actor de moda el Estados Unidos, también apoyaba al proyecto nazi) y la actriz alemana Hilda Krüger, que se estableció en México filmando películas como Adulterio y Bartolo toca la flauta, además de hacerse amante de figuras políticas como el mismísimo Miguel Alemán (que había sido jefe de la campaña presidencial del entonces presidente en el poder, Ávila Camacho).

Dice la biografía de esta actriz: “Alemán mudó a Hilda a un lujoso departamento de la Colonia Roma, una aristocrática urbanización entre cuyos nuevos inquilinos, destacaban judíos ashkenasitas, árabes e inmigrantes del sureste mexicano. La renta del inmueble la pagaba Alemán y con ese derecho ingresaba a las 11 de la noche y salía a las 4 de la mañana”.

Respecto al espionaje industrial, el gobierno federal de Ávila Camacho contaba entre sus traductores autorizados a empleados de nacionalidad alemana, que además de estar al tanto en los convenios comerciales entre acereras de México y Estados Unidos, aprovechaban para documentar e informar a las filas nazis de Alemania, la capacidad de producción acerera de Estados Unidos.

Todo esto desde Monterrey.

¿Verdad que ahora no nos suena tan descabellado que hubiera nazis caminando por la calle Juárez?

 

 

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