665
10 Noviembre 2010
15l
 


 

FRONTERA CRÓNICA
Duelos ortográficos
JRM Ávila

Ricardo era bueno para la ortografía, José Ángel para las matemáticas y Sabino para ambas (sin llegar a igualar por separado a los otros dos compañeros). De manera que cuando cursaban quinto grado de primaria y llegó el concurso de ortografía ganó el que podía ganar; y no sólo eso, sino que pasó a la etapa siguiente y hasta a una tercera, en la que obtuvo segundo lugar y un diploma.

Ni Sabino ni José Ángel se lo perdonaron. Sabino miraba con envidia el diploma colgado en una pared de la casa de Ricardo y aseguraba que era él quien debía haberlo ganado. La mamá le sonreía al ganador sin decir nada, para no agravar las cosas. José Ángel se ufanó siempre de que era mejor en matemáticas y no le interesaba la ortografía, aunque reconoce que fue el único concurso que perdió en toda su vida escolar. En compensación, ganó el concurso de matemáticas de sexto por lo que tuvo el dudoso honor de visitar al presidente Díaz Ordaz en 1968, poco antes de Tlatelolco.

Ricardo sabe que en su primaria les ganó a más de 120 alumnos, incluyendo a Sabino y a José Ángel, pero ahí detiene la cuenta, porque no sabe cuántas escuelas participaron en las siguientes dos etapas. Recuerda parte de la tercera, que se llevó a cabo en Melchor Ocampo, Nuevo León, porque fue la única que le quitó el sueño. Se sentía bastante inseguro porque iba con gente que no conocía: el inspector, un director cuya mala fama descansaba en el alcoholismo, y una niña que participaría en el concurso de sexto año. Además, la carretera era larga, sinuosa, lenta, aburrida, y le hacía sentir malestar en el estómago.

Recuerda también que, después del concurso, un alumno de la escuela de Melchor Ocampo lo llevó a comer a su casa. No tiene registro de lo que comió ni de cómo era la casa, pero sí de haber caminado por calles sin pavimento bajo un sol que hacía arder los pies hasta con los zapatos puestos, un sol que te provocaba a la siesta aun antes de comer.

Cuando le dijeron que había sacado el segundo lugar, igual que cuando había obtenido el primero en las etapas anteriores, no sintió emoción alguna. Su director estuvo muy contento de regreso porque la niña, llamada Emma, había ganado el concurso de sexto. ¿Qué más satisfacción podía tener un director de primaria si al participar en dos concursos su escuela ganaba el de sexto y casi ganaba el de quinto?

Las únicas evidencias que Ricardo guardó de aquel segundo lugar fueron la envidia de Sabino, el ninguneo de José Ángel y el diploma que su mamá conservó siempre con orgullo, un pedazo de papel que después de muchos años se perdió en un cambio de domicilio. No obstante, esa pérdida no fue pretexto para que la ortografía lo abandonara.

Este sábado, en una nota casi perdida en los periódicos, apareció la nueva de que la Real Academia Española ha modificado algunas reglas y, tras leerla, en lugar de lamentarlo, Ricardo imaginó con buen humor la siguiente esquela:

“Ayer A las 6:17 horas fallecieron las letras i griega, che, elle, be de burro, ve de vaca; las palabras truhán, guión, sólo, huí, ó; los pronombres éste, éstos, ésta, éstas, ése, ésa, ésos, ésas, aquél, aquélla, aquéllos, aquéllas, habiendo vivido siempre en el seno de la Lengua Española, confortada su alma con el reconocimiento póstumo de la Real Academia. Lo participan a usted con profundo dolor y ruegan eleve oraciones por el eterno descanso de su alma los parientes que les sobreviven, las letras: ye, be, ve; las palabras: truhan, guion, solo, hui, o; los pronombres este, estos, esta, estas, ese, esa, esos, esas, aquel, aquella, aquellos aquellas. El duelo se recibe en Capillas del Carmen, Av. Constitución # 951 Pte. Se oficiará misa de cuerpo presente hoy a las 15:00 horas en el oratorio de las propias capillas, de donde partirá el cortejo a las 15:45 horas para despedirse en el Parque Funeral Guadalupe”.

Por supuesto que el humor alcanzó para imaginar que tendría que devolver el diploma perdido y que si este decreto de la Real Academia Española hubiera llegado cuando estaba en quinto tal vez habría ganado el concurso (o perdido en la primera etapa) y que de nada sirvió aprender tanta ortografía ahora caduca. Sin embargo, reconoció que lo que supo, sabe y sabrá de ortografía es gracias a sus lecturas y no a lo que un organismo del idioma decrete o deje de decretar.

Dejó el periódico a un lado, respiró hondo y se dijo: “En fin, dejemos que el tiempo pase y se encargue de poner a la Academia, otra vez, en su lugar”, y se dispuso a disfrutar el fin de semana.

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

 

ca

 

dr

 

 

ta

 

mad

 

bue

 

dol

p81