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21 Diciembre 2010
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Un maestro en la revolución
Héctor Franco Sáenz

Con el título de esta entrega, el pasado miércoles 15 de diciembre, en la Sala de Usos Múltiples de la Biblioteca Magna Universitaria “Raúl Rangel Frías”, la UANL y el Fondo Editorial Nuevo León, llevaron a cabo la presentación del No. 4 de la Colección “Testimonios” de dicho fondo editorial.

El texto, cuya amigable edición estuvo a cargo del maestro Abraham Nuncio Limón, a quien también se le debe lo apropiado y oportuno del título, contiene un trabajo elaborado por el profesor José Juan Charles Luna, nativo de Galeana, acerca de la forma en cómo se desarrolló e impactó el movimiento revolucionario de 1910 en ese municipio, material que en 1985 se publicó por el INAH como parte del tomo III del libro Mi pueblo durante la Revolución, con motivo de su 75º aniversario.

A unos días de que concluyan oficialmente los festejos intrascendentes del Centenario, el nombre del libro resulta por demás emblemático, porque en sí mismo representa un reconocimiento a todos aquellos educadores que a corta edad, cuando apenas alcanzan a formarse en las Normales o antes de ello, se incorporan al movimiento armado, y como muchos de su generación, Charles Luna nace en la última década del siglo XIX, “el mero día de San Juan”, en 1896.

La cercanía del autor de este texto con la familia Nuncio, y por lo tanto con los antecesores de quien con entusiasmo se encarga de la presente edición, en vez de desmerecer la objetividad como algunos pensaran, fortalecen la relevancia de esta publicación, de importancia particularmente para Nuevo León y el noreste mexicano cuyo ejército, fue la columna vertebral de la Revolución Constitucionalista encabezada por Venustiano Carranza.

Desde nuestra mirada, el título y la connotación del mismo constituye en sí un homenaje y una evocación de esos maestros que a su corta edad se incorporan a la revolución y que transitan del “magonismo” al “maderismo” y luego al “constitucionalismo”, como fue el caso de Antonio I. Villarreal y que en este “Centenario de la Revolución Mexicana”, fueron olvidados por todos, hasta por las instituciones a que con sus luchas dieron origen.

Por ser los “normalistas”, en general, de un origen social distinto a quienes llegaban a cursar estudios superiores en los Institutos o en las Universidades que para entonces existían, su identificación con los postulados revolucionarios fue notoria y por el papel que jugaron, actuaron como “los intelectuales orgánicos” de la Revolución, prueba de ello fue su participación en los diferentes programas revolucionarios, tal fue el caso, por ejemplo, de Otilio Montaño.

El poder del saber, en los niveles que este fuera, hace que los profesores desplegaran sus esfuerzos para llevar la dirección intelectual del movimiento armado y conducir el mismo por cauces menos azarosos, como lo muestra el papel desempeñado por dos profesores que desde jóvenes se incorporan a la Revolución y que se empeñaron en que al triunfo de la misma, lo importante fuera el programa y que el mismo estuviera por encima de los intereses de los hombres.

Dos profesores norestenses así lo intentaron, Antonio I. Villarreal y David G. Berlanga, uno de Nuevo León y el otro de Coahuila, el primero presidió, por acuerdo de los diferentes grupos revolucionarios, la Convención de Aguascalientes; y el segundo, se desempeñó como Secretario de la misma. Ambos pusieron todo su empeño en la cristalización de los objetivos de la Revolución, mas la actitud de las fuerzas “obregonistas”, hasta ese momento partidarias de Carranza, influyeron para que hubiera trágicas consecuencias, muestra de lo que sucede cuando los intereses desbordan las pasiones.

Maestros de Nuevo León fueron actores importantes en las diferentes etapas de la Revolución, donde participaron en forma directa; además de Antonio I. Villarreal estuvieron Gregorio Morales Sánchez y Antonio Moreno, todos egresados de la Escuela Normal de Profesores, quienes combatieron al lado de las fuerzas de Lucio Blanco y de Francisco J. Múgica. Con este último, en la región de la “Chontalpa” en Tabasco, el primero fue Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y el segundo Tesorero del Estado; con el tiempo llegaron a ser: Gobernador de Nuevo León y Director General de Educación, respectivamente.

La lectura de este testimonio del profesor Charles acerca de su participación en el movimiento armado resulta muy interesante, por varias razones, una de ellas ser experiencias directas, otra por encontrar a “muchos conocidos”, paisanos de estos rumbos, como el general Matías Ramos que como los Castillo Moncada vinieron de San Salvador, Zacatecas, como lo relata el autor cuando salieron de ese lugar para venir a Monterrey en persecución de los villistas.

Por último la lectura nos sirve para ir corroborando cómo en los hechos, el Ejército Constitucionalista del Noreste, lo integraban personas fieles a Carranza y cómo, cuando el arribo de los sonorenses, prefirieron darse de baja en el ejército, como sucedió con José Juan Charles el 21 de enero de 1921, quien prefirió hacerlo “para no seguir siendo testigo” del maltrato de que fueron víctimas sus compañeros por los nuevos jefes. Y concluye diciendo: “me retiré sin pesar, y aun no me arrepiento”, y de esa forma ingresó a la Normal a continuar con su carrera de maestro, que de manera empírica había iniciado desde muy joven.

 

 

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