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19 Septiembre 2011
15diario
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EL CRISTALAZO SEMANAL
El cocol y los cocolazos
Rafael Cardona

Ciudad de México.- Quizá no haya sido, como decían los viejos, un regaño sino un consejo, pero sonó mal y las cosas no parecen estar para eso, como tampoco para recibir la reprimenda de una señorita sargento (¿se dirá sargenta en virtud de la equidad genérica?) en cuyo discurso ─se verá después─, se pretende sembrar  la forzosa resignación nacional. En fin. 

Hace algunos años una niña le preguntó al ex presidente Vicente Fox cuál era la sensación del poder, “¿qué se siente ─le dijo─, ser presidente”.

Profundo y reflexivo, Fox respondió con sinceridad: “…dan ñáñaras”.

Hoy, con la misma hondura intelectual del neo panismo, Felipe Calderón les dice a los “Trescientos líderes”, hacer política está “del cocol”.

Dentro de muchos años, ya en el memorioso retiro geriátrico,  Calderón podrá evocar en varios sentidos la nostalgia y dirá: “Quiero mi cocol”.

El mexicanismo “cocol”, asumido como dificultad extrema es un modismo bastante frecuente. Además el nombre de una pieza de pan. Y a partir de hoy una definición de las labores de conducción del Estado que podrá ser incorporada al lexicón político en cualquier momento.

Pero, ¿cómo es eso del cocol?

Pues tiene que ver con  la resistencia, por lo visto. Lea usted esta definición presidencial. 

─ Sí, sí me estoy refiriendo a esa actividad deleznable, porque, la verdad, es del cocol, digamos ser político y aguantar todo lo que se dice de los políticos en este país. Lo difícil, lo verdaderamente difícil, es serlo sin claudicar a principios e ideas.

Descifrado a medias este galimatías, sólo queda un residuo: el cocol es la crítica, la incomprensión y el “anticocol” es la congruencia. Hemos llegado a la síntesis de todo esto, el antídoto contra el cocol (y con ello los cocolazos), es la resistencia ante la adversidad.

Y ya en el extremo del coloquialismo político, el presidente describió, en una reunión en el Museo Nacional de Antropología (últimamente su escenario favorito) cuál debería ser la composición ideal del Congreso, cuando “estará padre” (¿ves?) la Cámara de Diputados, alejada del actual desmadre.

“Porque va a ser padre ─dijo─ encontrar consenso entre los 300 líderes más importantes del mundo acerca del México que queremos pero sería más padre, se los aseguro, que esos 300 líderes fueran diputados y lo decidieran en el Congreso y por qué México está así, quizá porque sus mejores líderes están mejor aquí, y les puede ir mejor aquí en términos económicos o sociales, o de prestigio, o no se mete nadie con ustedes en la prensa; que estar en política, que ir a la prueba del ácido, que es ir y encontrarse con la gente de los votos.

“Y el hambre de la que solemos hablar en los discursos, encontrarse con la gente de carne y hueso que la tiene, y que tienes que resolvérselo". Y además, como remate, explica la prueba del ácido: la urna. Ni más, ni menos.

Pero hubo también una sugerencia a formar partidos. Casi como lo hicieron algunos hace ya tantos años como para olvidar las enseñanzas iniciales y tener hoy un PAN irreconocible, algunos dicen y traicionado y deforme al llegar mañana a su cumpleaños LXXII.

Y eso de traicionado y sin de semejanza con su empeño real no es cosa mía. Lo dicen algunos historiadores como por ejemplo Carlos Arriola, quien en su libro El miedo a gobernar nos recuerda los escritos del fundador, quien le decía a José Vasconcelos en la alborada del partido:

“Se trata (Acción Nacional) de un grupo de hombres de trabajo que no han hecho, que no harán de la política su ocupación constante, que trabajarán en ella por un sentido de deber, que aun siendo primordial y preferente, no los exime del cumplimiento de otras obligaciones; de un grupo de personas que ni siquiera podrán usar las triquiñuelas y los medios de ataque o defensa de los políticos profesionales en lucha o en derrota.”

Llegamos a estas alturas del mes de la patria con silbatos y cornetas exhaustos por la noche del Grito y el desfile, cuya comodidad inmobiliaria urbana ─si hemos de ser precisos─, se la debe el gobierno federal a los buenos oficios del oficioso Marcelo Ebrard, quien logró levantar del Zócalo a los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas, quienes tienen desde hace unos días 21 millones de pesos más con los cuales de seguro compraron ponche de granada, brujas y triquitraques para gritar con todo motivo y a pleno pulmón ¡Viva México! Y darle paso al desfile militar mejor organizado de todos los tiempos.

Quizá por eso el presidente ya advertía mientras ese arreglo se cocinaba a fuego lento entre las secretarías de Gobernación, Energía y Trabajo, cómo es la política cosa del cocol.

Y tan del cocol como para recibir esta filípica de la sargento(a) Evelyn Zárate Blanco, quien en el discurso ante el Altar a la Patria sólo puso la voz: 

“Existen voces en gritar todos los días que somos las generaciones de las crisis, de los desanimados y sin posteridad. Y no se dan cuenta que el real desencanto está en su miopía, en su desaliento, en el acendrado pesimismo que genera en sus mentes una conmoción antinacionalista, empeñada en transformar el denuedo en fracaso.

“No y mil veces no a ese abatimiento. Dejemos las excusas que disculpan todo y nada alivian, que impiden redoblar la marcha y multiplicar esfuerzos. Basta de endémicas aflicciones. Basta de aquellas penas o quejas que sólo generan parálisis anímica. Nada nos amedrenta. Ni la estridencia, ni los vientos tempestuosos. Tampoco las viscosas miasmas”.

Muy complacido debe haber estado el licenciado Calderón después de oír eso, tanto como para ese mismo día reunirse con el embajador Earl Anthony Wayne y recibir sus credenciales, pues no son iguales los Estados Unidos de 1847 a los motores actuales  de nuestra lucha contra el narco.

No son lo mismo La Mesilla y la Iniciativa Mérida, no confundamos la historia.

¿Fue en verdad, como dicen algunos de la entronización de Eruviel Ávila y la despedida de Enrique Peña Nieto, la fiesta del dinosaurio?

Yo más bien lo veo de otra manera: fue la orgía del dinosaurio.

Pero lo deberían saber bien cuando se hacen esas muestras de poder: el enemigo no está adentro. Deben vencer al PAN-Gobierno.

Si no, el gozo al pozo.

 

 

 


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© Luis Lauro Garza Hinojosa