Suscribete
976 20 Enero 2012

Prólogo a una libro de utopías
Mario Valencia

S
altillo.-
En nuestro país las caminatas han representado un recurso tradicional de la expresión popular, sea por motivos religiosos, militares, místicos o de protesta. Efectos del centralismo político y administrativo desde el establecimiento del Estado-Nación. En la etapa prehispánica, por mencionar un ejemplo, los diversos grupos indígenas tenían que recorrer grandes distancias para llevar tributos y establecer acuerdos con el imperio azteca, con sede en la Gran Tenochtitlán. Después de la conquista, al establecerse el virreinato de la Nueva España, en los escombros de la dominada dinastía indígena, las caminatas de los pueblos del centro y sur del país tenían el propósito principal de entregar parte de sus riquezas y negociar mejores condiciones de trato militar, administrativo y político hacia sus comunidades.

En el México independiente las marchas continuaron desde las regiones o provincias internas hacia la sede del poder en la ciudad de México. La lucha por la independencia dejó como herencia las campañas militares, en donde la suma de los pueblos al paso de los insurgentes era un indicador de avances victoriosos, y llegar a la casa de gobierno para librar la última batalla, era el objetivo más importante.

El largo recorrido del presidente indígena de México, el zapoteca Benito Juárez, desde el centro hacia el norte para resguardar el archivo de la nación, desconocer la autoridad del emperador invasor, y preservar la independencia del país, es un hito en la historia de México, demostrando desde entonces que la nación no es la casa del mandamás en turno, porque la sede administrativa y política es toda la nación.

Los avances revolucionarios más representativos de nuestra historia patria hacia el centro del país, fueron marchas militares y sociales desde el norte y el sur. Francisco Villa y Emiliano Zapata, entre otros muchos revolucionarios, iban venciendo resistencias en cada plaza militar, sumando voluntades contra la dictadura. Ganar la ciudad de México no sólo era objetivo militar, sino sobre todo, político, social y simbólico.

En el México contemporáneo se sucedieron una gran cantidad de movimientos sociales y políticos durante toda la segunda parte del siglo XX. Los momentos más álgidos de estas movilizaciones fueron las marchas hacia la capital de la República de ferrocarrileros, maestros, indígenas y médicos. La marcha que inauguró el segundo período del siglo que terminó, fue la que trascendió como la Caravana del Hambre, en donde los mineros de Nueva Rosita, Barroterán, Palaú y Cloete, del Estado de Coahuila, caminaron más de mil kilómetros para exigir solución a la huelga que estalló en 1950 contra la compañía minera American Smelting Refining & Co., conocida por su siglas como ASARCO.

En la década de los setenta los movimientos estudiantiles se multiplicaron en todo el país, no únicamente por una herencia del movimiento estudiantil de 1968, sino como una nueva etapa en las luchas por las autonomías universitarias y sindicales, contra autoridades y gobiernos estatales. Los movimientos universitarios de esta etapa dejaron huella en las generaciones futuras. Ya en la década de los ochenta, la marcha de estudiantes y maestros de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAC) desde Saltillo a la ciudad de México, forma parte de la historia social y política de las universidades del país y por supuesto de esta región norteña.

El movimiento Pro Dignificación que se registra en este libro constituye un parteaguas en la historia de la UAC y el final de una larga etapa de luchas universitarias. Primero fueron las tímidas movilizaciones por la absorción de un grupo escuelas de tipo particular, en donde la escuela de Economía fue la más sobresaliente, por sus aguerridas marchas y mítines, además del tiempo que duró para lograr el cumplimiento de las demandas (1971-1973), después el movimiento por la autonomía en el periodo 1973-1975; más tarde la movilización sindical entre 1975-1977, y el cuarto período, el movimiento Pro Dignificación en 1983-1984. Cuatro etapas que le dieron forma a la máxima casa de estudios de Coahuila. Todos los que ayudaron a escribir este libro fueron en algún momento testigos directos de aquellos acontecimientos.

La marcha a la ciudad de México es el tema central del libro que está en sus manos; a la postre, fue el movimiento popular más candente de aquellos años. Nació gracias al fortalecimiento de un grupo de estudiantes y maestros cuyo núcleo central era la Facultad de Arquitectura, bajo el liderazgo de Jaime Martínez Veloz. Este grupo representaba una alternativa en la búsqueda de una universidad más cercana a los intereses sociales y más responsable en sus funciones de docencia, investigación  científica, compromiso social y difusión de la cultura.

Después vino la lucha por la rectoría, donde la candidatura del Director de la Facultad de Arquitectura, Martínez Veloz, era la más legítima porque se había demostrado que las tareas universitarias eran el fin para sustentar las propuestas de cambio, en contra de grupos cuyos intereses particulares estaban más allá de las aulas.

El escandaloso fraude electoral con el que se entronizó a un representante testaferro del rector en funciones y del Gobernador en turno, constituyó la tercera etapa de este período. La cuarta etapa fue la derrota de los grupos más reaccionarios, el cambio de rumbo de la universidad y su posterior retroceso, tema último que no forma parte de la crónica aquí reseñada.

La marcha a la ciudad de México tiene muchos personajes: cada quien la vivió de manera diferente; algunos en su momento la criticaron, otros consideraron que había sido el movimiento estudiantil y social más importante de la universidad. Cualquiera que sea la percepción a veinticinco años de distancia, nadie podrá poner en duda la importancia de aquel hito histórico y la necesaria referencia para el futuro universitario de Coahuila.

La crónica de un movimiento estudiantil tiene muchos perfiles. Tal vez, al contarse bajo la visión personal, pudiera parecer chocante; sin embargo, no existe otra manera de reseñar acontecimientos tan poco duraderos en la memoria colectiva. Sólo en el recuerdo de los directamente involucrados adquiere su más amplia trascendencia.

Hay una gran probabilidad de que se hayan omitido hechos y nombres. Todos saben que su participación, su entrega, sus convicciones, sus palabras, no están registradas completamente en este reporte. Es imposible el detalle de tantos aspectos sobresalientes que llenaron los treinta días; ni siendo historiadores rigurosos se podrían incluir todas las acciones de los participantes del movimiento estudiantil.

No es aventurado decir que aquellos años, a no pocas y pocos, nos marcaron la vida para siempre.

El documento está escrito en primera persona y en tiempo presente, con un tono informal, coloquial, sin presunción de rigor estilístico y destacando los hechos y acciones tal y como se presentaron. A veces aparecen voces invitadas e incluso se reproducen textos periodísticos y entrevistas radiofónicas, como un tercer testigo directo de los hechos.

Asimismo, en contadas ocasiones se reproducen diálogos sin recordar a los personajes. Y para darle mayor rigor histórico a la crónica, se consignan citas textuales de un grupo de observadores peculiares que siguieron de cerca el movimiento universitario de Coahuila y que formaban parte de la siniestra Dirección Federal de Seguridad, órgano de la policía política del régimen, dependiente de la Secretaría de Gobernación.

El sistema, bajo el pretexto ridículo de la “seguridad nacional”, siempre utilizó todas las prácticas ilegales de las que dispusiera para enfrentar lo que considerase cualquier amenaza al statu quo. La movilización universitaria en Coahuila no podía ser la excepción, y en consecuencia, las redes de espionaje, secrecía, represión, delación y acoso estuvieron presentes a lo largo del movimiento.

Estas referencias se obtuvieron de indagaciones directas en el Archivo General de la Nación, depositario de documentos hasta hace poco clasificados por el régimen, pero que aún en estos tiempos de insuficiente apertura a la información pueden ser consultados, si uno se arma de mucha paciencia y voluntad.

En los archivos del ex Palacio Negro de Lecumberri se consigna una visión que, a pesar de la distorsión debida a los prejuicios ideológicos de los policías del régimen, también es parte de la historia de Coahuila.

En fin, respetando la ingrata memoria, en una especie de auto entrevista y recuerdo, en la voz de su principal protagonista, Jaime Martínez Veloz, los invito a leer esta crónica.

(Prólogo del libro Crónica de una utopía. Historia del movimiento pro-dignificación del la Universidad Autónoma de Coahuila. Editorial Gernika, que mañana sábado 21 de enero, a las 12 de mediodía, se presentará en la Unidad Campo Redondo de la UAC.)

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

Colegio Civil

Colegio Civil

La Quincena Nº92

15diario.com