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979 25 Enero 2012

FRONTERA CRÓNICA
Érase que se era
J. R. M. Ávila

M
onterrey.-
Érase que se era la rémora más rémora de todas las rémoras que, creyéndose de repente el tiburón más tiburón de todos los tiburones, se dispuso a sobrevivir por su propia cuenta y terminó muriendo de inanición.

Érase que se era una planta parásita que de pronto se sintió con fuerzas suficientes para desprenderse del árbol al que se sujetaba, quiso agarrarse del aire y sin más se precipitó a la tierra.

Érase que se era una sombra que presumiendo ser el sostén de un árbol, quiso independizarse del árbol, se desprendió del suelo para erguirse sobre sí misma, y en un instante la disipó la luz.

Érase que se era una abeja reina que convencida de que su panal podía prescindir del árbol al que estaba prendido, lo desprendió del árbol y el panal se desplomó, mientras que las abejas que le daban vida se desperdigaron.

Érase que se era el partido político más corrupto, que se vendía al mejor de los postores y creyéndose autosuficiente quiso de súbito empezar a ser su propio postor y, conociéndose a sí mismo, no se compró.

Érase que se era un partido que vivía de coludirse con otros partidos, cuyo negocio era apoyar a otros candidatos y de repente un día decidió apoyar a un candidato propio y nadie se quiso anotar.

Érase que se era un partido político intubado que, intentando vivir por su propia cuenta, se desprendió de todos los aparatos a los que estaba conectado y firmó su sentencia de muerte.

Érase que se era un partido gato que al sentir que se precipitaba daba siempre una voltereta circense y volvía a caer en cuatro patas, hasta que se le acabaron todas sus vidas.

Érase que se era un partido político que creyendo ser águila se lanzó al precipicio y de repente con pánico se dio cuenta de que era un alacrán.

Érase que se era una anciana decrépita que quiso librarse de la entropía con una renovación quirúrgica y quedó en la plancha.

Érase que se era una profesora sin ex alumnos que se juzgó la política más poderosa del país y creyendo que su despacho de colocaciones era partido político, lo independizó de los partidos a cuyas ubres estaba prendido sólo para verlo desaparecer.

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La Quincena Nº92

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