Suscribete
995 16 Febrero 2012

Dos cronistas regiomontanos, IV
(Encuentro imaginario)
Raúl Caballero García

Monterrey.- Jesús Eulogio Guajardo Mass.- La Nevería Bo Le Le, llena de estudiantes de Arquitectura. Aquellos cortes a Cepillo, imitando el corte militar que salía en la películas americanas, aquellas de soldaditos en combate que fueron realizadas después de la Segunda Guerra Mundial. Cabe mencionar que después de ese corte hubo una rebelión no declarada y los jóvenes nos comenzamos a dejar crecer el pelo hasta tener algunos un copetote engomado con vaselina o brillantina. La Plaza Zaragoza que en aquel entonces era de una sola manzana circundada por las calles Josefa Zozaya, Zaragoza, Ocampo y Zuazua. Destacaba ella con bancas de fierro, fuente ornamental y quiosco con cuatro figuras femeninas representando las cuatro estaciones del año. Las décadas de 1950 y 1960 fueron marcadas por un sinnúmero de acontecimientos en la ciudad, como el de crearse los cines terraza, entre ellos la Brasil y la Rosita, situados ambos en el centro de la ciudad; además casi cada colonia tenía su cine terraza, con bancas de madera o con butacas metálicas. Un ejemplo de ello era la Terraza Rosita, de don Crescenciano Álvarez Puente, quien llegó a tener siete cines terraza. También se inauguró el primer autocinema Aloha, allá por la Avenida Gonzalitos (hoy es una gran juguetería); llegaba toda la familia dentro del carro y se acomodaba para la función de noche. El segundo autocinema estaba en la Colonia Libertad, al oriente del monumento a la madre.

“La cinematografía nacional estaba en su apogeo y el cine internacional también; existían cinco cines por la Calzada Madero: el Lírico, con su pórtico clásico de la entrada; el Florida, que tenía un cielo lleno de estrellas y el decorado de pueblo y campo de provincia mexicana; el Reforma, austero y grande; el Maravillas, más conocido como el “maracas”; y el Escobedo, como el “escobas”, donde te daban un costal y un palo por si salía una rata; por cierto, se incendió el 23 de mayo de 1957”.

Refugio Luis Barragán.- La Alameda fue nuestro patio de recreo. Ahí pasamos gran parte de nuestra infancia. El resto de ella transcurrió en los cines. Yo pertenezco a una generación para quienes los cines son símbolos muy singulares. Nosotros crecimos en los cines. Fueron parte de nuestra formación y tienen un significado único.

JE.- Los cines Monterrey, Encanto, Reforma y Elizondo eran enormes, contaban con cuatro pisos: luneta, balcón, anfiteatro y galería.

RL.- Los cines del rumbo eran Bernardo Reyes…

JE.- Con su refresquería al lado.

RL.-  Encanto…

JE.- Con su música clásica entre película y película, el gran telón rojo y sus asientos que se hacían atrás para dejar pasar y cuando se sentaba el espectador hacían puff.

RL.- Alameda…

JE.- Con entrada de espejos.

RL.- Araceli…

JE.- Ubicado sobre la Calle Isaac Garza, dedicado a los matinés: los domingos realizaban un concurso de la fábrica de dulces La Imperial, donde el conductor decía: “a ver niños, ¿qué chicle prefieren más”; y respondíamos al unísono: ¡Totito!; dicho festival era conducido por el Licenciado Carlos Saucedo Rubí, Ventura Cantú (sin su muñeco don Canuto) y José Marroquín (después Pipo).

RL.- Y el Monterrey…

JE.- Frente a la Alameda Mariano Escobedo… el monumental cine Monterrey, con su escalinata traslúcida en la esquina. En aquella época, cuando se cortaba la película, que era muy común, los asistentes gritaban “¡cácaro!”; y según dicen, esto era porque el operador que ponía la cinta contaba con cicatrices de viruela en su cara.

RL.- Las funciones empezaban a las cuatro de la tarde entre semana y a las diez de la mañana los domingos. Desde antes de que abrieran ya estábamos afuera esperando.

JE.- Sobre la calle Zaragoza estaban también cinco cines más: el Zaragoza, con columnas de fierro y palcos de madera; el Palacio, con musas gigantescas; el Rex, con piso de madera donde pasaba el canalón por debajo; el Cinelandia, con películas para niños, que sufrió un cambio cuando se le puso el nombre de “Le Rat Mort” y se proyectaban películas porno; el cine Elizondo, con su esplendorosa decoración china… se inicia la reconstrucción en 1941, hay un conato de incendio el 9 de julio de 1943, que no pasó a mayores, se reinaugura el 10 de septiembre de 1943 y se demuele con la construcción de la macroplaza en 1982.

“Por la Avenida Juárez estaba el cine Juárez, moderno y amplio; y el cine Rodríguez, modernizado después de que se incendió el 22 de noviembre de 1954, llamándose Real Rodríguez”.

RL.- Cada cine fue una casa encantada y mágica. No sólo por las películas que vi en ellos, docenas, cientos, sino por el lugar en sí, la atmósfera, el público, todo. Era una gruta obscura, mágica, maravillosa, en la que todo contaba, desde el pedacito de cartón que te daba derecho a entrar, hasta el personal que trabajaba en ellos, que yo muchas veces creí que era parte de la película, antes que Woody Allen. La decoración de los lugares, cada uno con sus características peculiares, el olor, las butacas, la atmósfera de los intermedios, las dulcerías a las que, por supuesto, no teníamos acceso por falta de recursos económicos. En fin, ese mundo formó una parte muy importante de mi infancia y de mi formación. Para bien y para mal.

JE.- En la Calle Zaragoza, entre las de Matamoros y Allende, en la acera oriente precisamente en la esquina con la Calle Matamoros, estaba una cantina: La Rata Muerta, luego una zapatería del señor Albalate y al norte estaba el cine Cinelandia del Prieto Jesús Elizondo, dueño del cine Juárez y del motel de lujo Riverside, en el municipio de Guadalupe. El Cinelandia fue uno de los primeros cines en Monterrey en pasar películas pornográficas en funciones de media noche. La doble moral del Monterrey de antaño, de día cine para niños, de noche para adultos; el Monterrey de hoy ya no tiene moral… es pregunta.

RL.- Apuntes de la colección nostalgia: las películas platicadas. Las películas de relleno. Jueves popular, viernes estreno. Permanencia voluntaria desde las diez de la mañana. El cine de la nueva ola. La persona con la lamparita que nos conducía al asiento vacío.

JE.- Se proyectaban en función normal dos películas y en función popular tres. También se pasaban cortos o trailers de los futuros estrenos, sin faltar el noticiero de Manuel Barbachano Ponce, con su figura o ícono característica de Don Quijote y Sancho Panza, acompañado de los chistes de Pomponio y Kikaro y Don Humberto Kahuich. Se acostumbraba ir en familia a la matiné o por las tardes y se llevaban lonches, taquitos de harina, palomitas hechas en casa y un refresco en un termo para aguantar las largas funciones.

RL.- Nuestras raíces ahí están y los valores también.

JE.- Fuimos parte y vivimos esa manera de existir llena de valores y enseñanzas que formaban una tradición y una cultura en lugares y calles de Monterrey.

RL.- Monterrey se ha convertido, por obra y gracia de su historia, en cuatro ciudades. Como una “rosa de los vientos” mira simultáneamente en cuatro direcciones: la ciudad de los ricos, la ciudad de los pobres, la ciudad que ya no es y la ciudad que será. Escudriñar en ella es como buscar el lugar en donde se originan los vientos.

JE.- La ciudad de Monterrey ha cumplido con el ciclo de atracción: inició su atracción al principio del siglo veinte, atrayendo a la población de los alrededores ya que hubo inmigrantes de los pueblos de Guadalupe, Los Urdiales, San Jerónimo, Topo Chico entre otros; sobre las décadas del veinte y treinta, los inmigrantes provenían de los municipios más distantes como Herreras, Ramones, Bustamante, Lampazos, Ciénega de Flores, Sabinas, Dr. González, Linares, etcétera. Posteriormente, en las décadas del cuarenta y cincuenta, la atracción se ejerce a los estados vecinos de Coahuila, Tamaulipas, San Luis Potosí. Durante las décadas del sesenta y setenta, la población inmigrante viene de estados no colindantes.

“Esta atracción genera una concentración de la población que convierte al pueblo en villa, luego en ciudad y posteriormente en metrópoli. El crecimiento y desarrollo se observa también en el espacio geográfico”.

RL.- La ciudad que ya no es, tiene un caudal enorme y se está perdiendo irremediablemente. Se circunscribe a las partes antiguas y está poblada de recuerdos. Sus sacerdotes somos cada vez menos. El sabor de la población norteña se extingue, junto con los vendedores ambulantes, como el de los globos dominicales o el de los dulces cubiertos y el del cabrito gordo. Urge hacer algo para rescatar lo poco que queda de esa ciudad. La ciudad que será, es el misterio. Está en nuestras manos y sin embargo, nadie está en posibilidad de definirla.

JE.- En este momento los lugares exclusivos y los niveles de ingresos se van diversificando y separando; los estratos sociales medios, se van quedando en los lugares que va desechando el estrato inmediato superior. Diariamente hacemos algo originando que los usos se vuelvan costumbres en nuestras familias y entornos, para posteriormente convertirse en tradiciones con el establecimiento de esas acciones en un espacio y en un tiempo determinado. Toda esta recopilación agregada poco a poco trata de que la memoria cotidiana de Monterrey no se pierda, ya que las cosas comunes son las que arman la vida.

RL.- Es extraño cómo se recuerdan las cosas. ¿A dónde se va todo eso? ¿Qué sucede con los recuerdos? ¿Qué se hacen? El misterio ahí está. Si se juntaran todos los recuerdos ¿qué pasaría? Nos inundaríamos en ellos. Naufragaríamos en un mar de recuerdos de cosas y hechos que ya no existen. ¿O sí?

 

Explicación de las fuentes: Una fotografía y el contenido de los libros pueden ser la mejor manera de evocar a quienes no están cerca o ya no están.  Los comentarios y menciones de Refugio Luis Barragán —muerto en 2004, tras una larga lucha contra el cáncer— han sido tomados de dos de sus libros: Galería de espejos, colección Varia Invención, Gobierno del Estado de Nuevo León, Monterrey, 1994; y La rosa de los vientos, Márgenes, Monterrey, México, 1999. Las consideraciones y apuntes de Jesús Eulogio Guajardo Mass fueron tomados de su libro Relatos y recuerdos, calles y centro de Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León colección Ancla de tiempo, segunda edición, 2008, Monterrey, México.

Luego de leer el libro de Jesús Eulogio —en días en que vuelvo mi mirada a mi ciudad natal— algunas de sus menciones me remitieron a los de Refugio Luis, que revisé con gusto. Cada oración, cada párrafo tomado de esos libros es rigurosamente exacto, no alteré su discurso aun a riesgo de acartonar el imaginario diálogo; alterné, eso sí, su aparición y cuando mucho cambié una coma por un punto final o subí a mayúscula alguna letra que así lo requería; en otras palabras no le puse literatura, pero sus palabras establecen una conversación que imaginé sostenida en un encuentro en tiempos distintos que sin embargo evocan uno preciso, recuperado, que ubica nuestra ciudad… la del pasado.

Por último, cuento el comienzo, acontecido en una de esas tardes apresuradas cuando uno anda buscando algo concreto y cruza los pasillos como esquivando sombras que nos pueden distraer, y entonces sorpresivamente encuentras algo inesperado y te detienes y lo recuerdas, y en ese intersticio decides si haces un homenaje o sacudes la memoria y evaporas el recuerdo. Así apareció esa foto de Cuco con el librero detrás, y detonó este elogio de la amistad que celebro con mi nuevo amigo, Jesús Eulogio, que me autorizó por teléfono a reproducir sus observaciones.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

La Quincena NÂș92


15diario.com