CRÓNICAS PERDIDAS
Algo está cambiando
Gerson Gómez

Monterrey.- Tengo hambre. Pero no sé que cenar. Hamburguesas, quizá, después de las once siempre caen pesadas, provocan gases e indigestión. Luego andar aguantándome las flatulencias. La otra vez hasta me cagué en la piyama.

Salir del cuarto, sin causar ruido, tienen el sueño ligero las roomies.

Al baño, meterme a bañar a media noche. Lavar a mano, con jabón, despojarle el color amarillo, cualquier rastro.

Chacota segura de las compañeras del apartamento.

Cereal, demasiado ligero. Algo sólido, con sabor natural.

Decidido. Las gorditas. Gran sabor, precio módico. Podré irme a la cama después de la sesión de blue ray con la dimensión desconocida, dormir transponiendo las puertas entre lo real y lo imaginario.

De regreso de la oficina, me desvío un par de kilómetros, bien vale la pena.

Me estaciono, pongo el bastón, cierro la puerta y activo la alarma. Camino hacia el mostrador.

Qué delicia el aroma de los alimentos cocinándose. Es chismoso el vapor del aceite. Abre más fuerte el apetito.

Una orden surtida para llevar. Con todo, por favor.

Espero que cumplan lo de subir el sueldo. Quiero cambiar de carro por uno más nuevo.

A ver güerita, cáete con las llaves de la nave.

Ah, cabrón, me quiere robar, viene con su novia. Pero trae una pistola. Se me hace que está jugando este güey.

No deben tener ni 18. Y la morrita, a lo mucho 15.

¿Cómo, me estás robando?

Dame la bolsa, pendeja.

Espérate, déjame sacar el celular.

Ni madres. Dame todo lo que traigas.

Pero son las once de la noche.

Me vale verga.

Eh, Yahaira, abre la puerta y súbete.

No mames. Me acaban de asaltar y robar el carro.

¿Ahora cómo me voy a regresar al depa?, ¿a quién le llamo ahora para que me acompañe a poner la denuncia? Puta madre. Qué cogida me dieron esos puñetas.

¿Señorita, aún va a querer sus gorditas? ¿Las quiere comer aquí o para llevar?