Fuera chícharos y acordeones
Guillermo Lozano Garza
Monterrey.-Se nos anuncia en el noticiario de Carmen Aristegui que para el 25 de abril se planea un debate entre los candidatos a la silla presidencial y hasta que dejé de ver el programa la mañana del viernes 13, sólo faltaba la aceptación de Enrique Peña Nieto; Josefina Vázquez Mota condicionó su asistencia a la presencia de este último (¿ a las izquierdas “ni las veo mi las oigo”?).
Para este debate-examen público serán aplicadas de forma aleatoria las preguntas que un grupo de personalidades académicas y políticas interesadas han hecho públicas desde el 27 de marzo, en un documento (de evocación hegeliana) que lleva por título: “Preguntas cuyas respuestas podrían transformar a México”.
Ante la carencia de opciones para el debate entre los aspirantes a la presidencia, esta ocasión es relevante dada la poca o nula disponibilidad de los grandes medios televisivos para tales ejercicios democráticos y dada también la falta de operación efectiva del IFE para obligar a los medios concesionados a trasmitir masivamente estos eventos de interés público.
Personalmente, mi decisión sobre quién es el candidato del discurso aceptable y no sólo eso sino de quién tiene la capacidad de la transformación social popular en México ya está tomada, al respecto nunca he sido “indeciso”, yo voy por Morena de AMLO.
Pero será interesante ver cómo los debatientes se desempeñarán y cómo se comprometerán públicamente. Y para los que tenemos paciencia y tiempo para navegar críticamente en el lenguaje especializado de los políticos, nos podrá resultar atractivo por el material discursivo a analizar, el lenguaje corporal, las insuficiencias y pifias que pudieran ocurrir. Las reputaciones y las refutaciones.
Pero es ahí en donde precisamente radica mi escepticismo y desinterés, dada la metodología convenida. ¡Las preguntas ya se conocen!; o como se dice en la escuela: ya saben qué va a venir en el examen. Además de los gobiernos que han estado en ejercicio presidencial ya sabemos de su cinismo y argumentación ante los reclamos por no cumplir sus compromisos públicos: los otros poderes no los dejaron.
En este preciso momento, los jefes de campaña y colaboradores especializados en redacción del discurso deben de estar trabajando horas extras para brindar a cada candidato la mejor respuesta a cada pregunta, según su óptica e intereses.
Acerca de lo discursivo en los candidatos, mi escepticismo es alto porque todos dirán más o menos lo que queremos oír. Así que cifrar expectativas de avance en popularidad sólo en los discursos, no me resulta atractivo.
Solamente en las discrepancias y en la disputa estará lo sustancial. Si no se permitiera el uso de chícharos o de “sacar el libro”, se apreciaría mejor el manejo discursivo, pues de otra forma, si se leen los discursos, éstos estarán tan cuidadosamente “diseñados” que para los televidentes o la audiencia formada por jóvenes nuevos votantes, por los indecisos o abstencionistas (casi el 50 por ciento), no habrá diferencias apreciables. Quizá en los del “voto útil”, o del “voto nulo” podría haber modificación en su decisión, quienes como dicen los analistas, “no son cosa menor”.
Concluyendo: desde un enfoque mediático el evento será un éxito para MVS, quien se verá beneficiado.
Desde un enfoque político-académico, el ejercicio será muy interesante para los intelectuales que elaboraron las preguntas, pero esto les deberá implicar una responsabilidad, pues habrá que evaluar objetivamente las respuestas. Esos “reactivos” deberían generar “productos” (respuestas) cuyo análisis y evaluación lógicos debiera aproximarlos a la verdad y congruencia de los sustentantes, para otorgarle una calificación objetiva.
Los elaboradores del documento deberán tener el compromiso de hacer su tarea de evaluación y emitir una opinión pública en consecuencia. Pues lo más importante del ejercicio a mi juicio es saber cómo esas respuestas “podrían transformar a México” conforme a los criterios y congruencia de los mismos evaluadores.
