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1051 4 Mayo 2012

 

DIARIO DE CAMPO
Debates a la orden
Luis Miguel Rionda

Guanajuato.- Termina una semana donde la nota política en nuestro país ha sido el debate presidencial. Ha resultado una tarea absurdamente difícil tejer acuerdos sobre el formato de los debates y su difusión. El IFE y algunos partidos protagonizaron un connato de enfrentamiento con los dos concesionarios más poderosos de la televisión sobre la necesidad de divulgar al máximo este encuentro político, el único que verdaderamente nos puede dar información confiable sobre las características personales de los candidatos: su preparación intelectual, su nivel de información, su entereza de ánimo y su manejo de situaciones de confrontación y polémica.

Sin embargo, parece que los actores se han empeñado en desbarrancar el esfuerzo desde el inicio. A estas alturas, nadie cree que los debates del 6 de mayo y 10 de junio nos proporcionen a los mexicanos mayores elementos que la consabida superficialidad de los anuncios de TV y radio que han inundado la programación. Con el estricto y acotado formato acordado no se facilitará el intercambio libre y franco de puntos de vista, que puedan ser rebatidos en el mismo momento en que son emitidos. Reconozcámoslo: en nuestra cotidianeidad una discusión franca no puede guiarse por cápsulas temporales o reglas de absurda etiqueta almidonada. Cuando uno no está de acuerdo con el otro normalmente lo interpelamos, lo interrumpimos y entretejemos una discusión sólo acotada por la habilidad para debatir que te da la experiencia. Pero no va a suceder así en los debates mexicanos.

En otras democracias más maduras, los debates son parte intrínseca del devenir de la política. Los profesionales de la misma deben ser oradores duchos acostumbrados a las rudezas de los intercambios verbales. Por ello me entusiasmó mucho poder testimoniar vía internet la experiencia francesa del miércoles pasado: el intenso debate de dos horas que sostuvieron los finalistas en la competencia presidencial del país galo: el actual presidente Nicholas Sarkozy (Unión por un Movimiento Popular, de derecha) y el socialista François Hollande, ganador de la primera vuelta.

La franqueza y la libertad de ambos contendientes (de veras contendientes de una batalla verbal) me recordó muchos otros debates que se hicieron clásicos en el pasado, como el de Nixon y Kennedy, que le valió a éste su triunfo en la elección presidencial de 1960: un joven, apuesto y bien plantado Kennedy (alguien insinuó que también bien dopado) contra un avejentado, sudoroso y despeinado Nixon. La televisión, cruel ya desde entonces, hizo el resto.

Un rijoso y temperamental Sarkozy se confrontó con un sereno Hollande, al que vi tranquilo y despiadado en sus acusaciones contra el superficial presidente francés. Le dijo: “usted, señor, se ha dedicado a desunir a los franceses”. El aludido lo negó con todos los argumentos a su alcance. Ambos fueron despiadados, pero elegantes; muy franceses, pues. Los pobres moderadores cumplieron un papel casi de ornamento, pues los combatientes se hicieron cargo de llevar el tiempo y el ritmo como les pegó la gana. A veces ignorando las preguntas o los llamados de los dos jóvenes entrevistadores. Pero sin duda así es un debate de verdad; como en el box: se respetan reglas básicas, pero la libertad de los pugilistas en el ring es básica para que haya una pelea que valga la pena.

Yo espero que un día nuestros candidatos a cualquier puesto de elección popular sepan ponerse los guantes, y darse donde duele. Siempre, claro, con palabras y argumentos. Dardos envenenados algunos de ellos, pero con veneno extraído de la realidad dura y cruda. Así ganaremos los electores y la democracia. A ver si se nos hace…

Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León.
luis@rionda.net – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com
Twitter: @riondal

 

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