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1267 5 Marzo 2013

 

Somos ciudadanos
Hugo L. del Río

Monterrey.- Ignoro de qué manera la aplicación del IVA a medicinas y alimentos promoverá el bienestar de las familias mexicanas. En cambio, creo comprender las decisiones de las que habla Peña Nieto para transformar a México: a “su” México, no al México que habitamos la inmensa mayoría de los mexicanos.

El Presidente priista, al igual que, presumo, todos o casi todos los mexicanos, queremos cambiar a México. Pero aquí empieza el distanciamiento, pues hablamos de dos Méxicos diferentes. Por lo que alcanzamos a ver y leer, el mexiquense trabaja a favor de un México donde esté privatizado todo: hasta las penitenciarías.

En este gobierno hay personas inteligentes que saben hacer las cosas. En Pemex, por ejemplo, están hablando de inversión privada, no de control de esta paraestatal símbolo –y proveedor– de México por parte de corporaciones que, a estas alturas, da lo mismo que sean mexicanas o extranjeras: el gran capital es alérgico al patriotismo y a la noción de patria. Y nos muestran el ejemplo del ente petrolero brasileño. Y sí, todo está muy bien, salvo que en el gigante sudamericano la presidente es Dilma y Lula dejó su impronta.

Está claro que Peña Nieto nada tiene en común con la ex guerrillera torturada por los militares ni con el antiguo obrero de la metalurgia. La jefa de Estado y su antecesor se partieron la madre por su pueblo, en tanto que EPN no creo que haya sido alguna vez golpeado, amenazado o detenido por razones políticas.

Elba Esther no iba a oponerse a la privatización del sistema educativo: ella sólo se opuso, siempre, a ser y vivir como una auténtica maestra mexicana. Romero Deschamps, apuesto lo que sea, que aplaudirá la privatización de Pemex si se llega a ese extremo, al igual que rectores como Jesús Ancer, de la UANL, batirán palmas cuando las Universidades mexicanas pasen a ser propiedad de oligarcas.

Qué se hace en estos casos. Movilizaciones de masas, ocupación de calles y espacios públicos, bloqueos et al no, definitivamente no. Usemos otra arma: el boicot comercial. Una huelga general de consumidores es alucine químicamente puro, pero sí podemos reducir a lo estrictamente necesario las compras de víveres, medicamentos y en general, de todo. Y combinar la presión con pintas, mantas, volanteo y un esfuerzo serio para probarle a Peña Nieto que somos ciudadanos, no vasallos.

 

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