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1270 8 Marzo 2013

 

Seis décadas de Entremeses Cervantinos, III
Luis Miguel Rionda

Guanajuato.- Además del montaje de los Entremeses Cervantinos en 1953, el Teatro Universitario de Guanajuato experimentó una efervescencia notable con nuevas escenificaciones en espacios públicos durante los años siguientes.

“Los Pasos” de Lope de Rueda (1955), primero en la Plaza de Mexiamora y después en la Plazuela de San Cayetano; “El Retablillo Jovial” de Alejandro Casona (1958) en el Mesón de San Antonio; “El Caballero de Olmedo” de Lope de Vega (1962) en el jardín de San Javier; “Las Estampas del Quijote” de Salvador de Madariaga en la Plaza de Cata, con motivo de la inauguración del Primer Festival Internacional Cervantino el 29 de agosto de 1972; “Dos hombres en la Mina” de Feren Herczec (1977) en la Mina del Nopal. Pero se ensayaron sin llegar a montarse muchas otras: “Enterrad a los muertos” de Irving Shaw (1970), “A ninguna de las tres” de Fernando Calderón, “Luz de gas” de Patrick Hamilton, “Edipo Rey” de Sófocles, “Volpone” de Ben Jonson, etcétera.

Una mención aparte merece el montaje efímero que realizó Enrique Ruelas para la conmemoración del 400 aniversario del arribo a la localidad de la imagen de Nuestra Señora de Guanajuato, el 9 de agosto de 1957, con la obra “Por insigne y real merced”, pieza teatral escrita ex profeso por el poeta, músico y filósofo Alberto Ruiz Gaitán. En ella participaron Antonio Corona, Alba Mora, mi padre Isauro Rionda Arreguín, mi madre María Esther Ramírez y otros. Se representó solamente ese día.

Sin embargo la actividad teatral y artística no se limitaba a este grupo, ni siquiera a la Universidad. Hubo otros esfuerzos individuales y grupales que conviene señalar. Eugenio Trueba Olivares, el sucesor de Ruelas frente al Teatro Universitario a la muerte de éste en 1987, fue el principal exponente independiente. Montó obras que iban desde el teatro popular tipo “Astracán” –por la ciudad rusa de Astrajan–, como el montaje de “El caso de salud”, hasta teatro clásico español.

Su calidad de escritor de novela, cuento y teatro le facilitaron su despliegue de habilidades en conducción de tablas. Dirigió la puesta en escena de algunos de sus textos, como “Los intereses colectivos”, sainete para café, en diciembre de 1959, cuando actuaron Antonio Corona, Isauro Rionda Arreguín y Rafael Guerra Malo, en el teatro de círculo del Café Carmelo. También fue de su pluma y dirección de escena “La imagen al revés”. Luego montó “La barca sin pescador” de Alejandro Casona, “Romance de lobos” de Valle Inclán, “Trampa para un hombre solo” de Robert Thomas, “Con ninguna de las tres”, “Usted puede ser un asesino” de Alfonso Paso, “La mano del mono” de N. Jacobs y muchas otras más. Dentro del marco de los primeros festivales cervantinos montó “El enfermo imaginario” de Molière, “Volpone” de Ben Jonson y “El Proceso” de Kafka.

Por los años cincuenta surgió el grupo “Partenón”, conducido por un señor Caballero, que llegó a montar algunas obras; este grupo, al cambiar su conductor por el histrión y pintor Luis Ferro –egresado de la escuela de arte dramático de la UG–, mudaría su nombre por el de “Farsalia”. En la corta vida de este grupo –dos años– montó diez obras teatrales: “El landó de seis caballos” de Víctor Ruiz Iriarte, “El pobre Barbazul” de Xavier Villaurrutia, “Una noche de primavera sin sueño” de Enrique Jardiel Poncela, “El objeto Ezzio” –teatro de círculo–, “La hermosa gente”, de William Soroyan –también de círculo–, “Anna Kleiber”, de Alfonso Sastre, “La mordaza”, también de Sastre, “De seis a ocho, asesinar a López”, de Juan Chorot –de círculo–, “El demonio tiene ángel”, de Ángel Zúñiga, y “Qué bello es vivir”, de Frank Capra –basada en el Cuento de Navidad de Dickens.

En su corta existencia formaría gran cantidad de actores que luego enriquecerían las filas del Teatro Universitario –ellos conformaron la segunda generación de Los Entremeses, luego de una inopinada “rebelión” que montaron los elementos de la primera. En sus giras a otras ciudades de la república recibieron elogiosas críticas por su profesionalismo y disciplina.

Cuando en 1972 se conmemoraron los primeros 20 años del montaje de los Entremeses Cervantinos mediante el establecimiento de una nueva institución cultural, el Festival Internacional Cervantino, pocos le auguraban mucha permanencia al nuevo suceso. Sobre todo cuando el gobierno estatal no quiso apoyar la realización de su segunda edición en 1973. Hubo que esperar a que un exactor del Teatro Universitario, Luis H. Ducoing, llegara a la gubernatura en septiembre de ese año.

Gracias a su voluntad política, conjugada con la del presidente Luis Echeverría –exintegrante del estudio del Venado–, se pudo realizar el segundo FIC del 27 de septiembre al 16 de octubre de 1974. Se inauguró con el montaje de “La ilustre fregona”, de Miguel de Cervantes, a cargo del grupo de Artes Escénicas del gobierno de la entidad y la dirección de Carlos Gaona.

Muchos otros grupos teatrales independientes, o bien pertenecientes a la Universidad de Guanajuato o a otras instituciones, surgieron a lo largo de las cuatro décadas siguientes, hasta que el propio FIC cumplió sus 40 años de existencia. Hoy nadie duda de la pervivencia de un fenómeno cultural en esta ciudad de 140 mil habitantes: una capital salvada por la cultura, el teatro y su universidad. Todo un fenómeno digno de ponderarse.

Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León
luis@rionda.net
www.luis.rionda.net
rionda.blogspot.com
@riondal

 

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