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1295 15 Abril 2013

 

EL CRISTALAZO
Columnas y análisis
Rafael Cardona

Ciudad de México.- Hace unos cuantos días, en el programa de televisión “El mañanero”, (creado y conducido por Brozo) y en la mesa política semanal “Debatitlán”, Ignacio Marván (CIDE), quien en la cuarteta representa los puntos de vista de la izquierda, como Enrique Jackson analiza desde la óptica del PRI y J. J. Rodríguez Prats, de Acción Nacional, pidió incluir un tema y evitar otro. 

Hablar del frustrado doble homicidio de los hermanos Monreal, significaba caer (y en eso lo apoyó el estridente J. J.) en el “columnismo” y alejarse del análisis. Ellos querían hablar de Margaret Tatcher, lo cual, según yo, era confundir el obituario con el retrato.

Pero quizá esa sea la razón del éxito de ese grupo al cual por suerte pertenezco cada mañana venérea. Nadie piensa igual. Y no voy a decir que alguno de ahí no piensa (aunque grite) porque sería falso.

Como todos sabemos la mayor parte del elenco exquisito de la academia incrustada en los medios, pertenece al CIDE, al ITAM o al Tec, centros de investigación y propagación, cuya finalidad político-académica debería quedar para un análisis posterior.

Pero es tanto el embeleso de los académicos por los medios, como para hacer casi cierto este chiste: si la Ibero es una cafetería con servicio de universidad, en el CIDE los investigadores no tienen cubículo; tienen camerino. Pero dicha proclividad tiene una razón: desde los medios cualquiera eleva su cotización en cualquier mercado, ya sea político o editorial. O ambos.

Conseguir influencia, edición, premios y contratos desde las pantallas de la televisión o los estudios de la radio es tan sencillo como empeñoso y tardado sería hacerlo desde la lejana torre de marfil o la soledad del cubículo. 

Por eso ellos han asaltado las redacciones y las páginas editoriales; por eso abundan las revistas profundas y prestigiosas cuyos anunciantes superan a sus lectores y cuyas estrellas terminan donde siempre despreciaron estar: en la nómina del gobierno.

En ese sentido la prensa tiene su importancia y los “intelectuales” han hallado en ella (y digo prensa como sinécdoque para medios en general) la oportunidad dizque despreciada: tener una columna o un artículo o una presencia permanente cuyo desarrollo dará acceso a ilimitada canonjía o pingüe trinquete en el gabinete, como decía Pancho Liguori.

Pero en ese sentido los “intelectuales” siempre han jugado con ventaja en cuanto a nosotros los simples periodistas. Ejemplo:

En el año 1976, harto de los excesos (según él ingratos y malagradecidos) de los escritores de Excelsior (Cossío Villegas, García Cantú, et al), el presidente Luis Echeverría fomentó un golpe interno en la cooperativa de cuya raíz y consecuencia ya se ha escrito hasta el cansancio.

En las reuniones previas a la organización de Proceso, un notable escritor dejó caer una verdad amarga como un limón:

“Yo no se ustedes, pero esto ha significado para mí, la pérdida de más del 15 por ciento de mis ingresos”. Ahí comprendí la diferencia entre los “intelectuales” y nosotros: cuando el periódico quiebra (o lo corren a uno o lo revienta el gobierno), ellos pierden 15 por ciento; nosotros todo. Pero la organización de los medios nunca se hace para favorecer a los periodistas. Casi siempre es para darle alojamiento a los “intelectuales” en el edificio construido por los albañiles de la palabra: nosotros.

En ese sentido hay muchas cosas llamativas. 

Además de citarse entre ellos y sus grupos, los ensayistas de la academia (sean del CIDE, el ITAM, el Colegio de México, el Tec o cualquier otro) no hacen sino atiborrar sus bibliografías con prolija hemeroteca, lo cual en palabras más simples se llama leer y recortar periódicos.

Eso y la forma inicua como utilizan a sus alumnos de diplomados y otros cursos, es algo de lo más lamentable en este grupo de pensadores nacionales.

Ahí están los pobres muchachos busque y busque datos (casi siempre en los diarios) y cuando han concluido sus afanes, el maestro a quien se los entregan, devotos e ilusionados, los comprime, sintetiza (o se lo comprimen y sintetizan los ayudantes de mayor rango) y termina firmando como suyos los trabajos ajenos. Y después de eso hasta los condecoran con grandes preseas republicanas.

¿Nos convierte eso a los periodistas en enemigos de los “científicos sociales” metidos a los medios? 

De ninguna manera. Yo estimo, respeto y a veces hasta quiero a algunos de ellos, sobre todo cuando veo cuánto han estudiado, cuánto han trabajado, cuanta materia gris le ponen a sus empeños, y leo sus artículos tan llenos de huellas digitales (no siempre suyas) como para recordar otra historia.

Uno de estos intelectuales, orientado al marxismo, se quejaba del columnismo político, de la prensa vendida. 

–El columnismo –pontificaba– es la fase superior del “chayotismo”. 

Ahora podríamos preguntar, ¿y la avalancha de maestros, doctores, diplomados y togados? Pues sería la fase “más superior” del columnismo.

Gamboa
Frente a los hechos recientes, Emilio Gamboa plantea una tesis: “Los mexicanos estamos convencidos de que no se puede seguir con el sistema educativo que hoy tenemos”. Y un anuncio:

“Los senadores del PRI buscarán los acuerdos necesarios para elegir a quienes van a integrar la Junta de Gobierno del Instituto Nacional de Evaluación de la Educación, para dar un nuevo paso en la construcción del andamiaje que nos permita dejar atrás la deficiente educación que tenemos hoy”.

Como diría Brozo: ¡Órale!

 

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