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1306 29 Abril 2013

 

LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
El desequilibrio social en España
Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- Al tiempo que la propaganda a favor de la globalización económica y la eliminación de las fronteras económicas parece tener éxito, el mantenimiento de formas nacionales de gobierno empieza a parecer un anacronismo. Un anacronismo ineficiente ya que se tienen que enfrentar los riesgos globales con instrumentos muy limitados y circunscritos a las fronteras políticas.

¿Qué hacer para evitar que vaya a la quiebra España cuando el gobierno se resiste a reconocer el tremendo daño social que está causando al seguir las recetas financieras de austeridad absoluta en el ámbito público y apoyo directo a los agentes financieros privados?

¿Para quién se gobierna en España? La pregunta se puede extender a otras latitudes y países. ¿Quién establece la prioridad más alta a la sobrevivencia de las instituciones financieras?

El contagio de las quiebras financieras nacionales puede dar lugar a una crisis sistémica global y esa amenaza es quizá el factor determinante para tratar de aislar a toda costa a los actores económicos y sobre todo a los estados con un elevado nivel de deuda pública. Los gobiernos se vuelven insostenibles en lo económico pero útiles para contener la inquietud social.

No se trata de crisis productivas o de crisis en los mercados de bienes sino de desajustes en las cuentas financieras. Los manejos que hicieron las calificadoras, las que ayudaron a mantener el boom hipotecario en los Estados Unidos hasta el colapso en el 2008, también influyen en la determinación de las calificaciones de las deudas soberanas, hasta que la situación se vuelve insostenible.

Durante la semana pasada se realizaron protestas ciudadanas en España pidiendo el fin del gobierno de Mariano Rajoy, quien ha sido el instrumentador de las políticas de austeridad (dictadas como receta desde los centros financieros) que hasta el momento no han tenido más que impactos negativos en las condiciones de vida de la mayoría de los españoles.

En esta misma semana se dieron a conocer los resultados de la última Encuesta de Población Activa (algo equivalente al concepto de Población Económicamente Activa que se utiliza en México) con un balance desolador. Son 6 millones 202 mil las personas que se encuentran sin trabajo; esto equivale a la desocupación de casi un tercio de la población activa.

Se trata del nivel de desempleo más alto en la historia de España y también el más alto en la zona del Euro (en la zona del euro se encuentran Grecia e Italia, con crisis financieras también severas).

Las condiciones económicas y sociales en España son cada día más difíciles y delicadas. Se señala que entre diciembre de 2011 (cuando asumió la presidencia el Partido Popular, con Mariano Rajoy) y marzo de 2013 se han “destruido” más de 1 millón 300 mil puestos de trabajo.

La gravedad de la situación se puede estimar si se considera que casi 2 millones de familias tienen a todos sus miembros en el desempleo. Hasta diciembre de 2011 había en España, como en otros países europeos, esquemas de apoyo a los desempleados y a los jóvenes, pero éstos se han disminuido o desaparecido. Así que con el mayor desempleo en su historia las familias españolas tienen mucho menos apoyo del gobierno. ¿Quién es culpable del desempleo?

Otro dato que preocupa de manera significativa es el relativo al desempleo juvenil; el más alto en la región: 6 de cada 10 jóvenes no tienen empleo. ¿Será por falta de educación o preparación?
La política económica que ha instrumentado Rajoy ha sido materia de debate internacional. ¿Hasta dónde la solución es una severa restricción en el gasto público aún a costa de una caída de la economía nacional y la crisis social que conlleva?

El caso es que esta crisis social y económica la viven los españoles al mismo tiempo que se enjuician públicamente casos escandalosos de corrupción y malos manejos de políticos del partido en el gobierno, de empresarios de las finanzas y en la propia casa real.

La respuesta de Rajoy a las demandas por su salida es de que vale la pena perseverar con las medidas tomadas ya que, afirma: “se han comenzado a superar los desequilibrios”.

 

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