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1306 29 Abril 2013

 

Tragedia humana
Samuel Schmidt

Los Ángeles, California.- Cuando fue el asesinato de estudiantes en Columbine (Estados Unidos) llegué a pensar que nada superaría esa infamia, pero qué lejos me encontraba de la realidad. He descubierto, siguiendo el análisis de Moore, que Estados Unidos es el campeón mundial de asesinato por arma de fuego, no obstante que no es el país que tiene el mayor número de armas de fuego per cápita.

Los estadounidenses han llegado al extremo de la barbarie con la friolera de más de 1000 asesinados al mes con arma de fuego, lo que puede explicarse por variadas razones:

Son una sociedad cuya cohesión se ha logrado por medio de la promoción del miedo y el odio primero odiaban a los comunistas (lo que no ha terminado del todo como muestra la campaña enfermiza de la derecha contra Barak Obama a quién acusan de socialista); posteriormente adaptaron sus fobias contra los musulmanes y los migrantes, aunque el orden lo cambien de tanto en tanto.

La capacidad de odio no tiene límite, sus expresiones son viciosas e inesperadas porque terminan por voltearse contra gente inocente que tiene la mala suerte de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Son una sociedad acostumbrada a resolver sus diferendos con violencia, no en balde son el país que posiblemente ha sostenido el mayor número de guerras en el siglo XX, siguen pensando en la opción bélica como instrumento de expansión de su poder político y económico. Esto explica por ejemplo los múltiples casos de personas que regresan a su lugar de empleo a liquidar a su jefe.

Tal vez como consecuencia de lo anterior han desarrollado una enorme industria bélica que se ha apoderado de una buena parte de la representación política, el cabildeo de la industria armamentista sostiene las campañas de muchos legisladores y ello ha permitido que no se pueda controlar la venta de armas, especialmente las de alto poder; esto facilita que cualquier persona pueda armarse y emprenderla contra inocentes, como los estudiantes de Columbine.

La industria no está dispuesta al menor control. Si se abre un resquicio se acabaría con la tontería de que la gente debe armarse. Lo más grave del asunto es que la gran mayoría de la sociedad está a favor del algún control de armas, pero ¿quién dijo que en la democracia las mayorías deben de mandar?

Por desgracia la sociedad estadounidense y sus dirigentes son incapaces de analizar a profundidad y con serenidad esos males profundos que los aquejan, y en una auto negación perniciosa reaccionan con estupor cada vez que surge un nuevo atentado donde el responsable termina “suicidado” de tal forma que no es posible saber cuáles fueron sus motivaciones.

Ante cada desgracia que les cae encima voltean hacia otro lugar buscando culpables.

Cuando fue el atentado del Maratón de Boston de inmediato pensaron en el exterior tratando de encontrar a alguno de sus enemigos, que no son pocos.

Más de una voz sugirió que eran musulmanes y hasta se llegó a pensar que Estados Unidos usaría la ocasión para iniciar una guerra contra los culpables. No era una tesis descabellada aunque mostraba una vulnerabilidad inesperada.

No porque pudieran golpearlos en el corazón (otra vez), sino porque habiendo tantos resentidos contra ellos, el golpe podía venir de muchos lados y no sabían de dónde. Al final de cuentas la respuesta fue inesperada y dolorosa.

Me viene a la mente el 13M en España cuando el Partido Popular se apresuró en culpar a la ETA, que aunque ya eran el enemigo de la gran mayoría de los españoles, no necesariamente eran responsables de una infamia de ese tipo.

 Ya después demostrarían su maldad al poner una bomba en el aeropuerto de Barajas con daños humanos menores que el bombazo en los trenes. La mentira propició una reacción social tan poderosa que perdieron las elecciones unos días después.

En Boston el gobierno fue más cuidadoso, hubo cautela antes de culpar y el mecanismo de seguridad alimentado por la paranoia, llevó a que muy rápido descubrieran la verdad: eran ciudadanos locales, imprudentes y sanguinarios que actuaron con una gran perversidad, como en el bombazo en las Olimpiadas de Atlanta.

El armamentismo estadounidense podría ser un problema local muy doloroso, ya hemos visto que el gran tráfico de armas termina desbordándose y afectando a sociedades que no han encontrado en la violencia la solución de sus problemas.

Desgraciadamente estamos lejos de revertir este cuadro porque hay demasiado
dinero en juego.

 

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