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1330 31 Mayo 2013

 

Hugo L. del Río
Topo Chico, palacio negro

Monterrey.- En las penitenciarías de los países serios, aíslan a los reos calificados como un peligro extremo, tanto para los celadores como para los otros reclusos. Es un procedimiento de lógica elemental, que ayuda a salvar vidas y deja bien establecidos los principios de orden y autoridad. En Nuevo León, desde luego, las cosas no se hacen así.

En el penal del Topo Chico, entre Jesús Sandoval Gámez y Jesús Hernández Lerma han asesinado a seis internos en un lapso de 21 meses. ¿Por qué siguen ahí, mezclados con cientos de prisioneros, muchos de los cuales están injustamente tras las rejas, o les cayó una condena de veinte años por robarse una tortilla? La respuesta es, al mismo tiempo, simple y compleja. Sandoval y Hernández son los verdugos del cártel que controla ese centro de reclusión. Y en el Topo Chico, al igual que en las otras prisiones, son los narcos quienes dan las órdenes, lo mismo al director que a los guardias o los presos. Le llaman autogobierno.

Las autoridades fingen ignorar el problema: es obvio que tal pose no puede ser desinteresada. En esas ciudadelas del odio, la injusticia y la violencia a las que el Estado, en un rapto de humor negro, dio la nomenclatura de Centros de Rehabilitación Social, los hombres fuertes violan a cautivos y a menudo a sus familiares; exigen cuotas para no torturar o asesinar a los penados; matan a quienes no aceptan su mando o a aquellos que están en ciertas listas negras.

En los últimos años se cuentan 125 víctimas en los presidios de Nuevo León. ¿Cómo olvidar los más de cuarenta torsos humanos arrojados hace unos años a las puertas de uno de estos palacios negros? Tenemos ya casi tantos generales como licenciados en Derecho o Ciencias de la Comunicación. Y no vemos que estos altos mandos castrenses hagan nada. Uno pensaría que el uniforme obliga, pero en Nuevo León parece que no es así.

Pie de página:

El jueves amanecimos envueltos en las nubes de una conmovedora ingenuidad. Alguien dijo, por ahí, que el ex de Tabasco, Andrés Granier, “desprestigia a la clase política”. Otro quesque se soltó el pelo con la promesa de que el PRI no protegerá al tabasqueño. ¿Pérdida de valores? Bah, ya tenemos siglos con eso. Con razón Mafalda se pregunta “si la crisis tendrá hormonas de crecimiento y como para llegar hasta dónde”.

 

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