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1336 10 Junio 2013

 

Ahora ya no circula
Juan Reyes del Campillo

Ciudad de México.- Cuando en 1989 se implementó en la ciudad de México el “Hoy no circula”, Tanya Müller García era apenas una adolescente.

Es cierto que después de 24 años, al reducirse la contaminación y mejorar la calidad del aire, el programa mal o bien ha funcionado. Sin embargo, con su reciente declaración, la secretaria de Medio Ambiente del Distrito Federal se ha metido en un embrollo del que pudiera salir mal parada.

Ha sido muy cuestionada, porque al decir que todos los coches, sin excepción, deben dejar de circular un día, establece un ajuste de cuentas regresivo, pues echa por la borda una medida que ayudó a mejorar la calidad del parque vehicular y, con ello, disminuir la contaminación. El cero o doble cero buscaron evitar que la gente se comprara una carcachita para compensar el día que se quedaba sin auto.

Esa decisión la argumenta diciendo que “el 50 por ciento de los vehículos con holograma cero y doble cero son responsables de las emisiones”. En realidad la secretaria, como el señor de las botas, requiere de un vocero o un traductor que nos diga qué exactamente es lo que quiere decir, pues es necesario que aclare cuáles son esos vehículos culpables de la mala calidad del aire. No es posible meterlos a todos en el mismo saco.

Si sus intenciones son actualizar el programa de manera integral, reducir las emisiones y reducir el crecimiento del parque vehicular, es indispensable un diagnóstico mucho más certero que ubique a todos y cada uno de los vehículos en el lugar que les corresponde. Cuántos kilómetros circula un taxi o un microbus al mes y cuántos un auto particular. En promedio, un taxi transita en un mes los mismos kilómetros que un particular al año.

Es cierto que se requiere de un esquema en el que se aumenten las restricciones a los vehículos ostensiblemente más contaminantes. Pero esos no son todos los automóviles particulares, sino sólo aquellos de uso intensivo que cotidianamente se utilizan como instrumentos de trabajo. Entre estos están los que tienen que ver con los servicios públicos, como los taxis, los repartidores, las patrullas, los seguros, los cuales están en permanentemente movilidad.

Para paliar el problema también inventaron la verificación, la cual se ha convertido en un negocio y en una burla. Este es un buen negocio para el gobierno y, sin duda, para los dueños de los verificentros (todo mundo sabe del “brinco” que se realiza en muchos de estos lugares). Se trata en realidad de un impuesto disfrazado que pagamos los ciudadanos dos veces al año. Es en fin, una buena transa que deja al año muchos millones de pesos.

En realidad, si se busca reducir el crecimiento del parque vehicular, debería permitirse que un auto con más de nueve años, siempre y cuando se encuentre en excelentes condiciones, pudiera circular todos los días. La medida de los años para el holograma cero es totalmente arbitraria y no tiene nada que ver con la calidad de las emisiones.

Por ello, si  hubiese un verdadero esquema y ejercicio de verificación, con controles estrictos y adecuados, tendríamos diferentes evaluaciones de los vehículos, autos que tal vez se tendrían que regular cada año, pero otros cada dos o tres meses, sin importar los años de vida que tuviese el automóvil.

El problema de la calidad del aire es un problema mundial y cada vez se producen autos que producen menos emisiones y por lo tanto contaminan menos. También se mejoran las gasolinas y se desarrollan vehículos híbridos que no solamente funcionan con gasolina. Cada vez son más raros los autos de ocho cilindros. La tenencia, que se sigue cobrando de acuerdo con el costo del automóvil, debería también adoptar criterios relacionados con las emisiones.

Es cierto que existen muchas medidas que se han implementado en otros países que podrían ser útiles para mejorar la calidad del aire. Todas estas, sin embargo, deberían analizarse en el caso de nuestra ciudad. El uso obligatorio de camiones escolares debe incrementarse.

Si se busca encarecer el uso del vehículo particular en algunas zonas de la ciudad podría reducirse, por ejemplo, su uso hacia adentro del circuito interior y estableciendo una mayor cantidad de parquímetros.
Sin duda, muchas decisiones deberían ser consensuadas con la ciudadanía, estableciendo un diálogo permanente y convenciendo a quienes son reacios y escépticos con tales decisiones.

Pero implementar estas soluciones implica establecer otras medidas que tienen que ver con el transporte público. El metrobús es una buena alternativa pero no es suficiente, ya que pudiera desarrollarse un buen sistema de estacionamientos públicos seguros y confiables cercanos a las estaciones del metro.

Es cierto que disminuir el uso indiscriminado de los autos particulares es un problema de conciencia, pero también una realidad socio económica que no puede soslayarse.

 

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