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1340 14 Junio 2013

 

Creen que somos pendejos
Hugo L. del Río

Monterrey.- La cuestión no es si Andrés Granier, el ex de Tabasco, da con sus huesos en la cárcel. En caso afirmativo, tendríamos que dilucidar si el sistema lo castiga por desleal o alguna futesa parecida –una réplica tropical del Elbazo–, o si realmente se le pune por ratero, cosa difícil de creer.

Claro, el manolo puede continuar en libertad, aunque en este caso el Presidente Peña Nieto pagaría un precio político muy alto. Don Andrés dejó a Tabasco en ruinas.

A fines del año pasado, cinco hospitales del estado tuvieron que rogar por donativos para poder alimentar a los pacientes. Ello, mientras Granier era atendido en su vivienda de interés social por 160 empleados domésticos. El gasto del ex sólo por lo que toca al mantenimiento de su humilde hogar, le costaba un millón de pesos mensuales al estado.

Claro, es una nadería si recordamos que Rodrigo Medina gasta más dinero al día en sus telepromociones. Pero Nuevo León no es Tabasco. Los bonos del tabasqueño se desplomaron en la Bolsa de la polaca a la mexicana: tanto, que el martes el mandamás del aeropuerto del DF le negó el salón VIP para la conferencia de Prensa que quería dar. De tanto desprecio hasta le dio un sofocón.

Y los diarios de Villahermosa publicaron con gran despliegue el citatorio que le hace la procu local al quisque para que se presente ante los fiscales hoy a las seis de la tarde. Y pensar que Granier se sentó en el sillón que ocupó un señorón como Carlos Alberto Madrazo, quien entre otras cosas era un profundo conocedor de los clásicos griegos y latinos.

Pero nos salimos del camino: se estima que AG se embolsó mil 900 millones de volovanes. Presumía –luego dijo que habló inspirado por Baco, sin recordar aquello de que niños y borrachos dicen la verdad– de tener mil camisas hechas a mano, 400 pares de zapatos y 300 trajes. Claro, la deuda pública subió de 500 a 20 mil millones de pesos.

A los nuevoleoneses la cifra no nos asusta: presumimos de un adeudo al doble, pero bueno, aquello es un dineral. El pobrecito de AG carece tanto de recursos intelectuales como de reflejos políticos. Primero dice que salió de México para que en Miami lo atendieran de cáncer en la próstata y alta presión. Antes, alegó que su corazoncito no funcionaba bien.

Jura que regresó a lo que queda de este país por su propia voluntad, aunque es público y notorio que los gringos lo invitaron en tono algo fuerte a salir de aquella nación, y vaya que la PGR le hizo más de dos preguntas. “Vine para limpiar mi nombre”, asegura. Luego cambia de canal y culpa de todo al narco: “Salí amenazado de muerte por el crimen organizado. Mi familia no está segura”.

El sello común de los políticos mexicanos es creer que todos somos pendejos. Y sí, abundan, pero también hay gente con suficiente carga neuronal. Creo que el diario Tabasco Hoy resumió el miércoles el sentimiento de los degustadores del exquisito pejelagarto, al ocupar casi la mitad de la primera página con esta cabeza: “Justicia y repudio esperan a Granier”.

Pie de página

La mediocridad de la clase política también es global. La OCDE le recomienda al Estado mexicano crear nuevos impuestos y subir los actuales. Estamos jodidos.

 

 

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